Recibí un pase de Gio. Era uno de esos pases fuertes y potentes que, de no colocar el pie con firmeza para detener el balón, podía burlarte por completo y pasar de largo. Apenas pasaba la media cancha. Había comenzado a llover con intensidad, pero suplicamos que no suspendieran el partido. La victoria nos llevaría directo a la estatal y la derrota nos dejaría fuera de competencia a cualquiera de los dos equipos. Cero a cero, pensé, y me tomé un segundo para decidir mi siguiente movimiento. Frente a mí, tres chicas de la defensa del equipo contrario me cerraban el paso. Salir hacia adelante parecía imposible, pero de lograrlo, mi equipo se colocaría en ventaja numérica. Quedaba poco tiempo, mi rodilla estaba sangrando por una caída previa y mi uniforme ya estaba empapado. Podía sentir mi corazón latir con fuerza, de manera rápida y contundente, las palmas de mis manos sudaban por el nerviosismo que más que paralizarme me impulsaba a seguir. Era la última jugada y su éxito iba a depender de la decisión que yo tomara en ese instante.
Solté el aire que tenía rato sosteniendo en mis pulmones desde hacía varios segundos e hice un amague hacia el frente. La primera de las tres chicas vino directo a mi dirección, lo cual me dio la oportunidad de burlarla con un autopase que me dejó frente a la segunda defensa. Esa fue más sencilla y logré esquivarla con un caño que provocó un estruendoso grito en las tribunas. La tercera, desesperada por detenerme, me sujetó de la camiseta y tiró con tanta fuerza que me lanzó al suelo. Levanté ambas manos pidiendo la falta, pero el árbitro nos indicó que siguiéramos jugando, que la pelota seguía viva, por lo que me levanté tan rápido como lo permitieron mis piernas y corrí por el balón. Lo recuperé de manera impecable. Ya estaba a pocos metros del arco. Intentaba conseguir el espacio para hacer el tiro perfecto, el tiro ganador. Una barrida me tomó por sorpresa, pero tuve tiempo de enganchar la esfera, conseguir un espacio hacia mi derecha y patear directo a la malla. Estuvo cerca, pero las manos de la arquera lograron lanzarlo fuera del área donde Sam lo tomó y remató con la pierna izquierda.
―¡GOOOOOOOOOOOL! ―se oyó desde las tribunas.
Corrí hacía Sam, que celebraba de rodillas justo en la esquina de la cancha. Me abalancé sobre su espalda, emocionada, y tras de mí llegó el resto de las chicas. Habíamos ganado el partido y ahora iríamos al torneo estatal.
Desde la banca, el resto de mis compañeras y nuestra entrenadora saltaban de alegría, mientras que las chicas del otro equipo lloraban de tristeza. En una región tan pequeña, conseguir un pase a la estatal era clave para ser vistas en el fútbol sala; de lo contrario, estarías condenada el resto de tu vida a jugar bajo la sombra de los torneos locales.
Apenas me coloqué de pie, miré a las tribunas. Mis padres y mi mejor amiga gritaban con todas sus fuerzas. No se perdían ni uno de mis partidos desde que comencé a jugar fútbol a los cinco años, no importaba cuán insignificante fuesen. Corrí hacia ellos y los tres me abrazaron con mucha efusividad. Primero mis padres, y luego, mi mejor amiga.
Olivia y yo éramos amigas desde que nuestros padres planificaron nuestros nacimientos, sí, así de loco como sonaba. Nuestras madres también fueron amigas durante toda su vida, mejores amigas como nosotras, y siempre tuvieron el sueño de criar juntas a sus hijos.
Planté un beso en la frente de Oli y sostuve su rostro con ambas manos. Tenía unos ojos verdes hermosos, su cabello era color castaño claro, casi rubio, y su piel clara, apenas tostada por las horas al sol practicando atletismo.
―Lo lograste ―me dijo con una sonrisa perfecta mientras sujetaba mi cintura.
―Las estatales ―respondí en confirmación antes de darle otro abrazo.
―Bueno, chicas, es hora de irnos ―anunció mi madre interrumpiendo el gesto entre mi mejor amiga y yo―. ¿Quieren venir con nosotros o prefieren ir a celebrar con el resto de las chicas?
ESTÁS LEYENDO
Mil veces tú
Teen FictionNicky es una excelente jugadora de fútbol, sabe que su futuro está ligado a este deporte y juega con tanta pasión como es posible. Después de ganar un partido, se va a festejar con sus compañeras de equipo. Gio, otra de las jugadoras, se acerca a el...