Los concubinos de la emperatriz (editado)

Capítulo 1: Mis primeros años de vida.

Yo, Violet Sophia de Fiore nací a mediados de otoño, quizás por esa razón esta estación siempre ha tenido un lugar especial en mi corazón. Sin embargo, me han contado que mi llegada al mundo no fue fácil para mi madre, que paso casi dos días gritando y retorciéndose de dolor, lo que lamentablemente termino impidiendo que mi madre pudiera concebir más hijos en el futuro. A pesar de ello, mis padres celebraron mi nacimiento de la manera más grandiosa que les fue posible. Inicialmente, tenían planeado llamarme Sophia Antonieta, por mis dos abuelas, claro está, pero todo cambió en el momento en vieron mis ojos.

Según los testimonios de aquellos presentes en mi nacimiento, mis ojos se abrieron tan pronto como llegue al mundo. Fui recibida con asombro y admiración, ya que mis ojos exhibían hermoso color violeta que deslumbraba a todos los presentes. El silencio invadió la habitación por un momento, seguido de un estallido de sorpresa, emoción y preocupación. Nadie había escuchado hablar de alguien con ese color de ojos antes. Aunque parecía estar completamente sana, sé que el color de mis ojos causo por mucho tiempo preocupación tanto en mis padres como en el imperio, fue alrededor de mi segundo cumpleaños cuando se descubrió información relevante sobre la peculiaridad de mis ojos. Al parecer, era considerada una especie de bendición otorgada por la diosa de la luna.

Según los escasos registros escritos que se conservaban sobre alguien con el mismo color de ojos que yo, habían transcurrido casi trescientos años desde la última vez que se había mencionado dicha característica. Con el paso del tiempo, esta información había quedado prácticamente olvidada, hasta que bueno, mis padres se preocuparon de que mi color de ojos fuese síntoma de alguna enfermedad.

La persona que había nacido con esta peculiaridad, al igual que yo, también había sido una princesa que, en un acto de amor y dedicación, había decidido entregar su vida al servicio del templó de la diosa. Al reflexionar sobre este hecho, a veces, me pregunto cómo habría sido si yo hubiera tenido la oportunidad de consagrar mi vida al templo, al igual que la princesa de los registros, quizás hubiese sido más amada o tal vez más feliz. Sin embargo, esa opción nunca estuvo disponible para mí, ya que, en caso de que algo le ocurriera a mi hermano mayor Eliot, yo sería quien asumirá la carga de la sucesión al trono. Gobernar un país y ser parte de la iglesia son roles incompatibles, por lo que nunca fue una opción realista para mí.

Mi infancia fue tan idílica como lo puede ser la vida de una princesa amada tanto sus padres como por su imperio, sin embargo, también hubo carencias importantes, ya que el imperio de Magnolia se encontraba en guerra con el imperio de Sonnenblume. Aunque la paz se logró alrededor de mi quinto cumpleaños, las consecuencias de la guerra y las responsabilidades de gobernar a un imperio mantenía a mis padres lejos de mí. A pesar de eso, cuando tenían la oportunidad de estar presentes, demostraban ser padres maravillosos que llenaban mi corazón de alegría.

Como princesa, no tenía muchas preocupaciones. Tenía ciertas responsabilidades que debía cumplir, por supuesto, como asistir a clases que abarcaban una amplia gama de temas útiles, como matemáticas, contabilidad, historia, cultura, protocolo y etiqueta, sin embargo, también había clases que consideraba menos prácticas, como el baile, el tejido y el bordado, incluso llegué a aprender a cocinar, aunque nunca puse en práctica dicho conocimiento.

Mis tiempos libres los pasaba jugando con mi hermano y Aster, el hijo de un noble que debido a sus acciones en las guerras se le había otorgado el título de duque, el niño tenía la edad de mi hermano, lo que quiere decir que tenía dos años más que yo.

Sinceramente, desde pequeña pensé que Aster y yo estábamos destinados a estar juntos, pero estaba muy equivocada. Sabía que como mujer y como segunda en la línea de sucesión, mi deber sería casarme y tener hijos, pero no sabía qué otros elegirían el matrimonio por mí.