Los ojos clavados en la pantalla,renegando de mi ateísmo, esperando un milagro. Un milagro con forma de mensaje. Un respiro para un corazón encerrado en un puño. Pero es un respiro que no llega. Las lágrimas corren, dejando surcos en mis mejillas. Resisto el impulso de limpiármelas a puñetazos.
En mi mente se van sucediendo las promesas, los momentos, las risas....Mentiras. Todo mentiras.
Me odié a mi misma por ser tan ilusa, por pensar que en algún momento habíamos mantenido una amistad fuerte, a prueba de bombas y de kilómetros. Pero al final triunfó la distancia. ¿Es que siempre tenía que haber algo que lo joda todo? ¿Que mierda de mundo es este en el que la rendición supera la esperanza?
Oculté el rostro entre las manos, como sí el simple hecho de tapar las lágrimas tapara también la tristeza que me corroía por dentro.
Una sonrisa escapó entre mis labios al recordar uno de tantos momentos que estaban guardados bajo llave en mi memoria. Era una conversación absurda, de esas con muchas risas y sin sentido; De esas conversaciones que a pesar de carecer de sentido te alegran la tarde. Ella habló de que la distancia solo eran números. Yo juré que en cinco años me sacaría el carnet de lo que fuera para ir a visitarla. Viajaríamos juntas a todos los lugares del mundo. Escribiríamos libros a medias, haciendo surgir de la nada historias y personajes cuyas vidas se entrelazan mágicamente,dejando tras de sí sonrisas y lágrimas.
Sueños de dos adolescentes separadas por miles de kilómetros. Sueños que ahora se tornaban en macabros e inverosímiles. Y a pesar de que se habían partido en miles de pedazos, me había empeñado durante demasiado tiempo en recogerlos para intentar recuperar lo que un día fue, cuando era evidente que para ella se había acabado. Aunque ¿Se puede terminar algo que nunca empezó?
Los ojos me escocían y sentía una presión constante en el pecho. Sin ninguna esperanza, volví a mirar, a ver si por gracia divina ella había cambiado de opinión. Nada, me dije a mi misma, soltando una risa amarga. Era triste que la última frase que supiera de ella sea un simple e injusto "Soy gilipollas"
Yo si que lo soy, amiga mía. Lo raro es que me aguantaras durante tanto tiempo. Mi alegría y autoestima estaba tan bajas que hubiera podido echarlas a patadas tranquilamente. Apagué el ordenador. Mi mirada se clavó en las gotas de lluvia que se deslizaban por el cristal, lentas y perezosas.
"¿Tu también lloras por un desengaño?" Pregunté amargamente al cielo. Hay tantas clases de amor, y tan pocos que sean correspondidos...."