𝘗𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘜𝘯𝘪𝘤𝘢

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Murió.

No supo cómo, no supo el porqué, tan solo sabía que estaba muerto. Recuerdos vagos lo invadían, los últimos al parecer; era una pelea. Ahí estaba el, en medio del embrollo, con una decisión que tomar, una tan importante como la vida de alguien, nunca imagino que sería la suya.

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—¡No somos asesinos! "Basta con matar a tantas personas", ¿qué es lo que no entiendes de eso? 

Pobre de aquel castaño con capa y cetro, su supuesto padre lo puso en una situación de entre la espada y la pared. Juan; el hechicero, amo y protector de todas las realidades, ahora degradado a ser solo un vil asesino ante los ojos de sus amigos.

"Yo no lo mate, no fue mi culpa"

Por más que se intentaba convencer de ello y dar reclamos a su padre en su lugar, los insultos y protestas ajenas lo traían de vuelta a la realidad, el mato a Drako.

—Era tu hermano, juan. ¡Maldita sea! Date cuenta, el profeta no es más que un tirano.

La bulla y el vocerío ajeno, que a lo lejos resultaba confuso, le exigían un momento de claridad. Detenerse a pensar al menos un momento lo que ocurría. Drako, su hermano, estaba muerto a causa del Profeta, él pudo evitarlo, pero, prefirió un santuario antes que su familia, era su culpa.

Lo recuerda, el odio en sus palabras, el asco en su voz y decepción en sus ojos, aquel santuario que alguna vez fue un refugio de paz, serenidad y magia, ahora era una prisión corrupta envuelta en llamas.

...

«—¡No me importa!, mátalos si es necesario. Deben pagar, todos y cada uno ellos deben pagar. —demando con lágrimas amargas al ver su palacio destruido.

Apenas si tenía fuerzas para levantarse, pero, no quería hacerlo, prefería pasar toda su vida frente aquel lugar, que, por más sagrado fue, se convirtió en cenizas y un recuerdo. — Nadie merece paz luego de destruir mi santuario, merecen sufrir...en especial Drako, el que con perfidia mancho nuestro nombre y creencias—.

Disgusto en sus ojos y desprecio en sus palabras, ese ya no era Juan.

—No te preocupes, hijo. Todos pagaran sus atrocidades, —por su capricho, Juan no noto la cínica sonrisa pintada en la cara de su padre. —sobre todo tu inmundo hermano—.

—Yo ya no tengo hermano. —tan frio e indiferente, ¿Quién era este apático ser que se adueñó del hechicero? — seria mera alevosía de mi parte—.»

...

—¡Juan, te lo pido! Haz que pare.

El Profeta apunto con su cetro a esos pueblerinos con los que compartía tantos momentos, mas, sin embargo, no pudo moverse. Estaba aterrado, ya causo una partida, mato un ciudadano, ¿qué eran otros cientos?

—¡No! Detente. ¡Nooo!

Demasiado tarde, por más rápido que corriera el Profeta ya los había encerrado detrás de un muro invisible. No podían pasar a ayudar o ser ayudados, solo eran el Profeta y Juan.

—Pero, ¿no os dais cuenta, insensatos? De que cuanto más me atacáis, más débiles os sentís —se burló el Profeta de aquellos "—en su opinión—" molestos amigos de Juan—.

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⏰ Última actualización: Oct 17, 2023 ⏰

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