♡.°)) D + A = Love ! 〰︎ ·˚。
En el transcurso de cinco días, dos jóvenes cautivados por la chispa del amor comparten distintas etapas de besos, dejando en el aire la incertidumbre de sentimientos no expresados. ¿Serán capaces de romper el silencio qu...
Un joven de cabello azabache se apresuraba por la acera, sus pasos resonaban con la premura de llegar a tiempo a clases, algo que se volvió una rutina debido a sus noches pasadas en largas llamadas. Su melena oscura ondeaba al viento, desafiando la gravedad, y sus libros luchaban por liberarse de la mochila que se aferraba a él mientras corría hacia la entrada de la secundaria.
— ¡No cierren, por favor! — exclamó el chico azabache, rogándole desde lejos al portero.
Afortunadamente, el llamado de urgencia llegó a los oídos comprensivos del portero, quien le permitió el acceso.
Con la mirada inquieta, buscó el salón 4-B; a mitad del año, lo habían trasladado, separándolo de su grupo amigos y desencadenando esta carrera matutina. Escaló el segundo piso con decisión hasta encontrar su aula, adentrándose en ella con una mezcla de alivio y ansiedad. No había rastro de ningún maestro, solo grupos de amigos disfrutando de su tiempo.
—¡Hey, Duxo!
La voz conocida hizo que los ojos lilas del joven buscaran su origen, encontrando a su compañero Tommy entre la multitud, con el cual se la estaba pasando hablando estos últimos días.
—Hola, Tommy — saludó con una sonrisa mientras se acomodaba a su lado.
—Qué bueno verte, pensé que hoy no llegarías — expresó Tommy riendo.
—Yo también pensé que no llegaría — confesó entre risas.
La charla entre ambos se extendió casi por una hora, creando un remanso de afecto y conexión en medio del bullicio. Finalmente, un maestro, con aspecto de educación física, irrumpió en el aula, sacándolos a todos al patio para iniciar su clase.
Las horas transcurrieron con la monotonía habitual, el bullicio del salón era casi ensordecedor, pero al menos, en medio de ese caos, Duxo encontraba consuelo en la cercanía de su ahora amigo Tommy. Los dos compartían risas y susurros, convirtiendo el aula bulliciosa en un espacio más ameno.
Finalmente, el sonido liberador de la campana resonó en el aire, anunciando el tan esperado receso. Los dos jóvenes intercambiaron despedidas momentáneas y se dirigieron hacia el bullicioso pasillo. Duxo, con su característico cabello azabache, se esforzó por localizar a su grupo de amigos entre la multitud estudiantil, y los encontró reunidos en una mesa estratégica del animado patio.
— ¡Hey Duxo! — exclamó el chico de lentes, casi gritando en su saludo.
— Hola Loco — respondió Duxo con una sonrisa, tomando asiento junto a ellos.
La observación directa no se hizo esperar, y las risas estallaron cuando uno de sus amigos, de manera bromista, señaló la apariencia del chico azabache.
— Dios, Duxo, te ves como la mierda — comentó, entrecerrando los ojos y haciendo una mueca algo exagerada.
Con cierta delicadesa, Duxo intentó arreglar el desordenado caos de su cabello, sus manos deslizándose entre los mechones rebeldes en un intento de recuperar la compostura.
— ¿Ahora? — preguntó el azabache, buscando la aprobación en las miradas de quienes le rodeaban, mientras intentaba mantener una expresión despreocupada.
— Más o menos — dijo el chico de cabellos anaranjados con una evaluación crítica, analizando el resultado con un gesto pensativo.
— Te ves bien — intervino Aquino, quien con timidez ajustaba su mascarilla negra en un intento de ocultar su sonrojo, mientras desviaba la mirada al suelo como si no quisiera revelar sus propios pensamientos sobre la apariencia de Duxo. Los demás del grupo lo vieron, logrando que el de gafas y el de cabellos anaranjados cruzaran miradas de ironía.
Estas palabras generaron cierta emoción y felicidad en el corazón del azabache, quien le dedicó una suave sonrisa de ternura, apreciando la delicadeza en el gesto de Aquino.
— Nah, aún te ves mal — añadió riendo el chico de lentes, desafiando la seriedad del momento con su humor característico.
— Cállate, webon — replicó Duxo entre risas, aceptando la broma con una mezcla de resignación.
Las risas continuaron mientras compartían anécdotas y disfrutaban de las viandas adquiridas en el quiosco. La complicidad entre ellos creaba un vínculo especial, como una paleta de colores que iluminaba el gris de la rutina escolar.
Minutos después, la campana sonó nuevamente, interrumpiendo la animada charla y obligando al grupo a despedirse momentáneamente, dispersándose hacia sus respectivos salones con la promesa de reunirse más tarde.
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Las clases habían llegado a su fin, pero el sol persistía, derramando su luz dorada sobre el campus. Los compañeros de aula se despedían rápidamente, cada uno tomando su propio camino. Locochon se despidió apresuradamente, llevándose a Cejo consigo en dirección a un destino desconocido.
— También me voy, tengo que ir a trabajar — anunció Tommy con un tono de resignación.
— Está bien — dijo como si nada Duxo.
— Chau, chicos — se despidió el más alto, alejándose con paso decidido.
El dúo restante, compuesto por Aquino y el azabache Duxo, comenzó a caminar juntos. Duxo compartía entusiasmado sus pensamientos y emociones, mientras el castaño, lo escuchaba con una sonrisa en el rostro, contagiándose de la energía positiva de su amigo.
En un instante, Aquino detuvo su paso, desconcertando a su compañero.
— Hasta aquí llego, mano — anunció el castaño, señalando en la dirección opuesta a la de Duxo.
— Ah, sí, cierto. Entonces nos vemos mañana, Aquinito — sonrió Duxo y, sin pensarlo mucho, lanzó un beso en tono de broma hacia el castaño.
La acción sorprendió al de ojos ámbar, mientras veía cómo Duxo se alejaba corriendo, dejando risas en su estela. Aquino levantó ligeramente su mano, abriéndola y cerrándola repentinamente como si hubiera atrapado el beso. Luego, se bajó el cubrebocas y colocó su mano en sus labios. Cerró los ojos, imaginando al de cabellos azabaches besándolo, lo cual provocó una felicidad inmensa, dejando aparecer una gran sonrisa en su rostro. Alejó su mano de su boca y la posicionó en su pecho, soltando un suspiro enamorado.
— ¡BIEN CARAJO!.. — gritó casi al aire Aquino, levantando un puño con orgullo y satisfacción. Su rostro estaba notoriamente sonrojado, revelando su felicidad y el avance de sentimientos que experimentaba. Una risa nerviosa escapó de sus labios, y sus ojos brillaban con la alegría del momento.