Cerré la puerta de mi habitación, y corrí a mi cama, la ansiedad me estaba consumiendo, odiaba tener que recordar mi pasado, y las cosas no tan buenas que había vivido.
Excepto si eso incluían los recuerdos de mi bisabuelo Nathe Smith, habíamos compartido solo el último año, sin saber que ese día sería nuestro último abrazo, la última merienda y nuestra última charla.
Me levanté de mi cama, caminé a mi escritorio y me dispuse a escribir todo lo que no dejaba de dar vueltas en mi cabeza.
La pérdida de un ser querido.
Esto es algo que todos esperamos en algún momento pero que ninguno puede asimilar de manera fácil.
En algún momento de nuestras vidas a todos nos cae como un balde de agua fría, nos comprime el corazón de una manera dolorosa y sentimos que la vida se nos va al no tener esa persona en nuestra vida.
La muerte de un ser querido es algo sorprendente, algo doloroso, pero algo que debemos aceptar aunque nos cueste la vida.
Comprender los deseos de una persona en ocasiones es complicado, el hecho de entender que ya no había solución alguna.
El entender que esa persona no estará con nosotros nos deja devastados, nos deja confundidos, desorientados.
Aunque pensamos en miles de soluciones alternas para que nada de ello hubiera pasado, en realidad no hay ninguna, y eso es algo que nos cuesta aceptar.
Nos cuesta aceptar que ya no habrán más charlas interminables y tardes de café, ya no estará esa persona que consideramos parte de nosotros.
Duele entender que ese abrazo fue el último, que ya no habrán más mensajes de su parte, risas, consejos, que ya no veremos su cara seguido, haciendo esos gestos que tanto lo identifican, no más abrazos ni despedidas luego de un día de visita.
Poco a poco iremos olvidando como era su voz, aunque no queramos aceptarlo, comenzaremos a olvidar algunos de sus gestos, y sus facciones, lo único que nos recordarán ese tipo de cosas son los vídeos o fotografías juntos, y posteriormente con el tiempo y el corazón en la mano, lo único que mantendremos con nosotros son esos buenos recuerdos con esa persona, esos momentos y charlas maravillosas a su lado.
Los seres humanos nos dividimos en varias reacciones a la hora de la muerte de un ser querido:
•Están los que solo quedan en shock y no lo asimilan, hasta que se dan cuenta días después que ya no volverán a verlo.
•Están los que no demuestran ningún tipo de sentimientos, pero por dentro están destrozados.
•Están los que la rabia los domina y buscan frenar el dolor con cualquier cosa, parten vidrios, lanzan vasos, en ocasiones también tienen acciones suicidas, sin darse cuenta se ocasionan daño, y hasta no ver la consecuencia de sus actos no son conscientes de sus acciones...
•Están los que se culpan por no haberlo hecho mejor, a pesar de que saben que no había nada que hacer.
•También hay un grupo de personas que tienden a esconder sus sentimientos, para ayudar a los demás, ayudarlos a aceptar la noticia y prometerles que todo estará bien, guardando sus sentimientos en lo más profundo de sí mismos para no herir a los que están a su alrededor, aunque les duela, y sientan que se les está cayendo el mundo a pedazos, recogen en silencio sus pedazos y siguen adelante por esa persona, aunque ya no esté en vida...
No voy a mentirte, desde el principio he sido completamente sincera contigo, y debo admitir que yo pertenezco al último grupo, sí, a ese grupo de personas que guardan sus sentimientos para estar a disposición de ayudar a los demás.

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Love Yourself, Emma.
Teen Fiction@LoveYourself: Miles de cosas pueden sucedernos, pero lo importante es que acciones tomemos referente a ellas, para solucionarlas no basta solo con ignorar lo que sucede o encerrarnos en nuestra habitación y llorar desconsolados toda la noche -en oc...