Capítulo 27

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Madelyn

La tenue luz que ingresaba entre las cortinas de la ventana golpearon hasta mis ojos ㅡentreabiertosㅡ luego de sentir la ligera lamida por mi rostro, siendo Cooper el responsable de ello. Su cuerpo peludo se movía sobre la cama, esperando algún movimiento por mi parte, por lo que estiré los brazos, dando un bostezo de por medio, sentándome, con las sábanas aún cubriendo mis piernas.

El día anterior estuvo lleno de preocupación que al final me llevó a estresarme más de la cuenta. Es más, ¿quién no estaría así luego de ver tu lugar de trabajo devastado por simples mortales quienes eran capaces de destruir a una persona sin tener compasión por los demás? No sé hasta qué punto he podido aguantar y haber sobrellevado todo aquello; sin embargo, nadie que no fuera yo haría algo para intentar arreglar todo esto. Era el error más tonto que cometí, teniendo en claro las posibilidades de lo que más adelante hubiese podido ocurrir. Ya decía la voz de mi cabeza el no confiar demasiado en cada cosa que se cruzaba por mi camino, y ahí estuve yo, ignorando ciegamente a ese llamado de atención.

El ladrido por parte de la mascota de Darren me hizo volver. Una mueca se expresó mediante mis labios al intentar sonreír. Así como mis pensamientos han estado ofuscados por esa presión que sentía en mi pecho, necesitaba liberarlos, y a veces no podía llegar a entenderme del todo sobre qué decidir por querer sacarlos de mí. Y fue en ese instante ㅡestando solo nosotros dos en la cocina la noche anteriorㅡ cuando sentí la ligera necesidad de soltarlos cuando Darren se presentó a un costado, con cada aroma varonil y atractivo que expedía, logrando así, estremecer todo mi cuerpo.

Toda sensación de ligereza envolvió cada parte de mí, olvidando todo rastro de inquietud cuando sus labios capturaron los míos ㅡsuave al comienzo y rudo al términoㅡ. El contacto de sus manos sobre mis piernas en el que se movían para abajo y para arriba de una forma sensual hasta el punto de sacar el suspiro más profundo, en el que la sensación de haberlo hecho sin dudarlo fuera la primera opción en su totalidad. Aún podía oír cada latido desesperado saliendo de su pecho, el gemido, percibiendo el movimiento de su boca contra mi cuello. El sentido de pertenencia, y que solo éramos nosotros dos, quienes en su momento dijeron que esto sólo duraría menos de un mes.

La tensión desapareció prácticamente en un segundo, como si hubiésemos estado comprimiendo todo lo que estaba dentro de cada uno por tanto tiempo. Y, si Andrew no se atrevía a interrumpir, ambos éramos conscientes de dónde iba a llevarnos tal situación.

No me di cuenta que tenía el rostro enrojecido por haber recordado cada detalle. Inclusive la rigidez de mi cuerpo se hizo presente cuando imaginé de vuelta sus manos cálidas sobre mí, y lo bien que se sentirían rozándome la piel. «Madre mía», clamé, ¿tanto me gustaba para pensar de esa manera?

Sacudí la cabeza, alejando toda clase de intención hacia aquello. Ahora, ¿cómo podría verlo sin la necesidad de querer lanzarme sobre él? Tal vez el ver a Darren en esa faceta fue lo que despertó dicha necesidad de la cual ya hace mucho tiempo no soy partícipe. No luego desde mi última relación hace unos años atrás.

Pasé las palmas de las manos sobre mi cara, dando un fuerte suspiro, ㅡPero somos novios, ¿verdad?

Me veía como una tonta esperando que el animal frente a mí respondiera dicha duda, por lo que no pude dejar pasar una carcajada. Sí, Darren de verdad me gustaba, hasta el punto de haber cogido mi corazón para llevárselo consigo.

Retiré las piernas de la cama, en el que los pies tocaron el suelo. Observé a un costado, el reloj marcaba las siete de la mañana, habiendo una nota a su lado. En ésta decía:

«Fui a correr, llegaré antes de las ocho. Por cierto, te dejé el desayuno en la cocina por si despertabas antes».

¡Y que todo me guardé! Mi corazón saltó con regocijo, logrando mandar alguna señal a mi cerebro para que las comisuras de mis labios se elevasen por dichosa lectura. Él sabía hacer su jugada de conquista, y yo no me iba a quedar atrás. Dicho esto, me apresuré en ir a tomar un baño, dejando mi ropa puesta en el cuarto de lavado, quedando prácticamente con un albornoz en el cuerpo y el cabello mojado cayendo por encima de mis hombros. Antes de salir, miré mi cuello en el espejo, «bueno, por lo menos no era muy evidente como ayer», pensé. Y, una vez más sacudí la cabeza, apartando aquel recuerdo.

El Sazón de la Moda©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora