Prólogo

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          Las luces disiparon todo mal pensamiento, la alta música hacia que sus pensamientos se fueran por otros rumbos, los tragos en su boca, si bien la hacían querer sacar todo lo acumulado en su estómago de su día, —Pues bien, ella no solía tomar.— La hacía sentir un poco más tranquila de lo habitual.

Pues evitaba pensar, evitaba que su mente rondará aquellas palabras, gritos y escenas que la habían llevado hasta ahí.
Y si bien su corazón aún dolía por aquella verdad, el retumbar de la música que hacía vibrar su pecho la llevaba como si de un viaje se tratará.

Tomó un par de copas, joder, que mala era para tomar.

Y sin embargo, ahí estaba; En aquel antro al centro de la ciudad, solo para escapar de aquel engaño que su padre había hecho, no solo a su madre, sino también a ella.

Vivió sus veinte años en una familia en dónde se brindaba un falso amor, pues según sus propias palabras, eso era, había sido como despertar de una bella fantasía dónde ella era feliz y tenía un cariño ejemplar por parte de sus progenitores.

Y no solo ello, sumando también a una nueva hermana la cuál no tenía la dicha de conocer.

¿Y cómo es que todo aquello había sucedido cuándo aquella mañana era apenas una joven que iba de camino a la universidad?

Por la mañana bajó las escaleras, dónde pudo divisar, aún desde arriba, a su madre totalmente destrozada, sentada en el sillón de la habitación principal con sus manos sosteniendo su rostro, como si de un cuenco sosteniendo sus lágrimas y sollozos se tratara, con su espalda hechada hacía delante, y por lo bajo, leves gemidos de dolor sonaban.

Janeth se acercó a su madre con suma preocupación que se acumuló al bajar las escaleras.

Le llamó asustaba por aquel llanto tan lastimero, su madre en un inicio se tardó en hablar, su voz no salía por aquellos quejidos que tapaban su garganta. Janeth no lo soporto, y aún sin saber el por qué, sus ojos se humedecieron.

Sabía que era malo, algo muy, muy malo.

Tu padre...

Dijo a penas su madre, en un susurro perceptible del dolor, dió otro grande suspiro conforme se desechaba de aquel papel que había usado para limpiarse. Janeth sabía que mínimo en el cúmulo de papel que llevaba, era un rollo entero tan solo en aquel tiempo.

Acomodó detrás de su oreja un mechón de su cabello castaño y se apuro a sostener las manos de su madre a modo de fungir como un tranquilizante.

Mamá...

—...Él iba con aquella mujer.

La joven no entendía nada, no servían para nada aquellas frases entre chillidos que no decían absolutamente nada.

¿Qué? ¿Qué es lo que...?

—¡Tu padre iba con esa mujer, su amante! ¡Tuvieron un accidente!

Y su madre se volvió a romper, llorando con desespero.

Janeth no comprendía nada, ¿Accidente? ¿Su madre y una amante? ¿De qué se supone que no se había enterado todavía? Peor aún, ¿Cuánto llevaba todo aquello?
Sentía como algo se rompía dentro de si, conforme intentaba armar aquellas piezas de rompecabezas, el cuál tenía partes faltantes.

Sin esperarlo aún en shock, su madre volvió a tomar la palabra:

Tu padre me avisó que iría de un viaje de negocios... Pero él... Ese...— Se contuvo con unas grandes fuerzas para no maldecir a los cuatro vientos.—. Llamaron a penas por la mañana para decir que había tenido un accidente, no iba a un viaje de negocios, iba con una mujer a... Unas vacaciones... Ellos están muertos.

Tan, pero tan bonita...©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora