El crepúsculo pintaba el cielo con tonos dorados y rosados, mientras el sol se retiraba detrás del horizonte. El reino del Trébol comenzaba a sumirse en la oscuridad, y el ambiente nocturno se dejaba sentir en el aire. Asta se encontraba agotado, las consecuencias de llevar una doble vida empezaban a cobrar su precio.
En su modesta residencia, el pelicenizo intentaba relajarse en el sofá. La fatiga se reflejaba en su rostro y sus movimientos. Había pasado noches en vela y días ocupados tratando de mantener su equilibrio entre su doble vida, estaba empezando a sentir el peso de esa carga.
Con pasos pesados y lentos, se levantó del sofá y se dirigió a la cocina en busca de algo que le ayudara a recobrar energías. El sonido del vaso llenándose de un jugo refrescante rompía el silencio de la residencia. El primer sorbo le proporcionó un alivio momentáneo, un toque dulce que acariciaba su paladar.
De camino de regreso al sofá, se detuvo frente al espejo en el pasillo. El reflejo que le devolvía mostraba ojeras profundas, marcadas por el agotamiento acumulado. Sus ojos, normalmente vivaces, lucían cansados y opacos.
«Solo necesito descansar, mañana espero sea menos agotador», pensó un tanto resignado. Lo que no sabía que el día siguiente sería uno de los peores de su vida. Pero ajeno al mañana se centró en el presente.
Asta se recostó nuevamente en el sofá, buscando relajar su cuerpo tenso y agotado, con la esperanza de conciliar el sueño. Sin embargo, su intento de descansar fue interrumpido por un insistente golpeteo en la puerta principal.
*TOC, TOC, TOC*
«¿Quién será?», se cuestionó en su mente mientras se dirigía hacia la puerta de madera. La emoción se mezclaba con su cansancio, dejándolo con una sensación extraña.
— H-Hola.
— ¿Noelle?
— A-Asta —le dijo nerviosa—. ¿P-puedo pasar?
El chico le robo un pequeño beso en su mejilla, un tanto extrañado de la actitud de su reciente novia, se suponía que ella ya había dejado su nerviosismo y sus inseguridades tiempo atrás. Sin pensarlo abrió la puerta completamente, invitándola a ingresar.
— Hola, Noelle —respondió con ternura—. Claro, pasa.
La mirada nerviosa de Noelle y la maleta que llevaba consigo despertaron su curiosidad. Se apartó para dejarla entrar, y observó cómo avanzaba hacia la segunda planta de su hogar.
— ¿Qué tienes ahí? —preguntó con genuino interés, esperando respuestas a sus preguntas.
— Una sorpresa para después —la sonrisa nerviosa que Noelle le dedicó aumentó su intriga.
En la habitación de arriba, Noelle depositó cuidadosamente la maleta en un rincón, con un aire de misterio en sus acciones. Luego, bajó las escaleras con la misma determinación y nerviosismo que la habían llevado a subir.
pronto ella regresó de la planta alta, dirigiéndose hacia él con pasos lentos y cautelosos. Se lanzó a sus brazos con un arrebato de besos y caricias, llenándolo con su amor y afecto.
— Hoy estás un poco diferente —comentó Asta, dejando escapar una pequeña risa mientras disfrutaba de las caricias que Noelle le proporcionaba.
— No es nada —murmuró ella, sellando sus palabras con un beso en su frente—. Baka.
Con la mujer en brazos se dirigió al basto jardín trasero de su residencia con destino a una hamaca que reposaba entre dos árboles de cerezo, se recostaron ambos en la suave hamaca, Noelle jugaba con los desordenados cabellos rubiocenizos del joven. Después de un rato recostados Noelle se incorporó e invitó al chico. Ambos quedaron uno enfrente del otro.