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—Amorcito corazón, yo tengo tentación — cantó María fingiendo bailar con alguien en medio de la sala de espera de comisaría. Conway estaba viéndola mientras tenía unos papeles en la mano — de un beso — y le mandó uno a Conway con un gesto.
Jack frunció el ceño.
Le parecía muy divertida la escena pero no lo demostraría.
Veía como mecía sus caderas con el ritmo que ella tarareaba.
Después de verla por otros segundos dejó los papeles y se acomodó la corbata en un movimiento.
—¿No te da vergüenza?
—¿Qué es eso?
—Joder... — el hombre se frotó el puente de la nariz sin saber que contestar —Volkov, conmigo.
Conway empezó a caminar.
María ladeó la cabeza.
—¿La cague otra vez, verdad? — le dijo al ruso y él negó de manera divertida. Jack la logró escuchar pero siguió su camino.
—Podrías ser menos... directa.
—¿Pero sí no lo soy como se dará cuenta que me gusta?
—Créeme, María, ya lo sabe.
...
Pasaron un par de horas. María estaba organizando algunos papeles en sus carpetas y poniéndola en los lugares correspondientes.
—¡Tíaaaaaaaa! — gritó un hombre, entrando con los brazos abiertos.
Era Horacio. Lo había conocido hace un par de meses debido a que ella lo arrestó una vez. Siguió frecuentándola y se hicieron buenos amigos.
Claro, esta amistad no le gustaba a Conway.
Se giró en sus talones y lo recibió con una sonrisa.
—No está el super ¿verdad? No quiero que me pegue otra vez.
María negó risueña.
—¿A qué se debe tu agradable vista? — empezó a firmar algunos informes.
—Hay una fiesta hoy — dijo Horacio, recargándose y viéndola con falsa inocencia.
—Felicidades — respondió sarcástica, dando un par de aplausos — ¿te hago mole?
