(Se recomienda leer después de Hasta que las estrellas dejen de brillar pero no es necesario para entender la historia).
Cualquiera que ve a Allan White piensa que su vida es perfecta y que no hay dolor en su corazón, pero la verdad es que solo fin...
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Tonta, tonta, tonta.
Tonta por ilusionarme.
Tonta por creer, aunque sea por un segundo, que tal vez podría sentir algo por mí.
Mantengo los ojos bien apretados hasta que estoy segura de que ninguna lágrima va a escaparse.
¿Cómo pude pensar que podía haber algo entre nosotros si su corazón aún late por alguien que conoce de toda la vida? Alguien que vio crecer y que lo vio crecer a él. Es estúpido.
Así que le digo a mi corazón que la próxima será, con alguien que no tenga ese tipo de equipaje y me obligo a dormir para dejar de pensar.
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Cuando despierto, ya no siento dolor. Salgo de la habitación para ir al baño y trago saliva al ver a Allan con su computadora en la sala, tal y como lo prometió.
Aparta la mirada de la pantalla en cuanto me escucha y la clava en mí.
—¿Estás mejor? —pregunta en voz baja.
—Sí —respondo aunque es lo último que quiero hacer—. Gracias por quedarte.
—No fue nada. Y me sirvió para ayudar a mi padre con unos documentos.
Mi ceño se frunce.
—¿Documentos?
—Sí. De la empresa.
—Pero tú estás haciendo una carrera en deportes. ¿Qué empresa…?
—White Technology.
Mis ojos se abren como platos.
—¿Esa empresa super conocida que tiene anuncios por todo el país? —pregunto con voz estrangulada.
Él enrojece un poco.
—Sí, esa.
—¿Eso es de tu familia? Oh, dios. ¡Eres millonario!
—No. Mi padre es millonario. Yo no.
—Pero…
—Me desligué de la empresa en cuanto vine a estudiar aquí. Solo lo ayudo porque está muy estresado. Mamá está preocupada y quiere que le quite un poco de trabajo.
—Eso es… wow.
—Tampoco es para tanto.
—¿Que no es para tanto? —Me detengo al ver en sus ojos que está incómodo—. Está bien. Mejor te dejo seguir con…
—De hecho, ya casi termino. Tal vez podríamos ver una película. ¿Harry Potter y el prisionero de Azkaban?
Se me seca la boca. ¿Quiere que veamos una película juntos? Me obligo a aclararme la garganta y responder.
—Uhm sí, claro. Sería genial.
Él sonríe.
—Está bien. Puedes preparar palomitas si quieres. En unos minutos estaré listo.
Asiento y me dirijo a la cocina. Minutos después, tal y como lo dijo, apaga la laptop y busca la película. Yo llevo un tazón lleno de palomitas a la mesa y me siento. Una vez estamos listos, le da play.
Harry Potter para mí es magia, es infancia. Vería las películas una y otra vez hasta volverme vieja sin aburrirme. Fueron mi refugio cuando la tristeza por los malos tratos de mis padres me sobrepasaba. Marcos ponía esas películas y me preparaba chocolate caliente. Me abrazaba y veíamos juntos a Harry luchar contra el Señor Tenebroso a lo largo de los años. Otras veces, me leía los libros en voz baja para que pudiera dormir. Fueron un regalo de mis abuelos para nuestro cumpleaños número 9. Es curioso porque aunque somos mellizos Marcos siempre cuidó de mí como si fuera su hermana pequeña.
—El viernes hay un partido —dice él de la nada—. ¿Vendrás?
Me muerdo el labio. Lo más sensato sería alejarme de él, al menos lo más que pueda viviendo bajo el mismo techo, pero nunca dije ser una persona sensata.
—Sí, claro. Seguro es genial.
Él sonríe.
—Sí, eso espero. Estuvimos entrenando mucho para tener buenos resultados.
—¿Contra quiénes juegan?
—Los Leones de Ohio.
Como si yo supiera quienes son esos.
—¿Son buenos?
—Sí, bastante. Pero creo que somos fuertes. Estamos preparados.
—Eso está bien… —musito y me quedo en silencio porque realmente no sé qué decir.
Pero entonces él habla.
—¿Mica?
—¿Sí?
—Me alegra que vinieras a vivir aquí. —Luego se apresura a decir—: Y Allie. También Allie pero… me alegra que tú vinieras.
Sus palabras hacen que algo en mi pecho se tense dolorosamente.