18

21 5 20
                                    

Zack y Allie se fueron hace tres horas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Zack y Allie se fueron hace tres horas. Es mi día libre así que no tengo mucho que hacer. Me preparo un café y lo bebo mientras ojeo un libro. Es sobre una bruja y un cazador de brujas que se unen para resolver un misterio y, por supuesto, se acaban enamorando.

—Hey —Allan aparece frente a mí con una sonrisa nerviosa.

Dejo el libro en la mesada y lo miro.

—Hey.

—¿Alguna vez fuiste a la pista de patinaje?

Mi ceño se frunce en señal de confusión.

—¿Qué?

—Es muy bonita. —Se aclara la garganta y descubro que está rojo. Adorable—. He ido un par de veces y creo que tal vez tú…

—Nunca he ido —respondo, incapaz de contener la sonrisa que se forma en mis labios.

Él me la devuelve.

—¿Te gustaría ir ahora?

—Me encantaría. Aunque no soy la mejor patinadora.

—Eso no es problema. Yo te ayudo.

—Bien. —Miro mi sudadera vieja y mis jeans—. Deja que me cambie y…

—¿Para qué? Si así estás perfecta.

Las palabras parecen escapar de su boca sin su permiso porque abre mucho los ojos y enrojece aún más.

—Uhm ve, te esperaré aquí —dice y va prácticamente corriendo a sentarse en el sofá.

Cuando llegamos, Allan me ayuda a elegir mi talle de patines y a ponérmelos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando llegamos, Allan me ayuda a elegir mi talle de patines y a ponérmelos.

—Si me caigo, tienes prohibido reírte —le advierto.

Él levanta las manos como si yo apuntara un arma hacia él.

—Jamás lo haría.

Apenas pongo un pie en la pista, me caigo y él se ríe. Le doy un golpe en el brazo cuando intenta ayudarme a ponerme de pie.

—¿Y eso?

—Te reíste.

—No pude evitarlo. —Aprieta los labios para evitar seguir riendo—. Lo siento. Es que fue muy gracioso.

—Ajá. Por supuesto. A mí no me pareció tan gracioso.

—Me lo puedo imaginar. Vamos. Déjame ayudarte.

Al final lo dejo solo porque la gente comienza a mirarme raro.

—Esta vez vamos a hacerlo diferente, ¿okay? Toma mis manos. Yo te guío.

Hago lo que dice. Sus manos están frías y se sienten demasiado grandes comparadas con las mías pero me gusta. Me encanta.

Él traga saliva pero luego sacude la cabeza y me sonríe.

—Muévete lentamente conmigo.

—Los demás no se mueven lentamente, parecen profesionales y yo una niña.

—¿Qué importan los demás? —Se encoge de hombros—. Lo importante es que tú disfrutes.

Él comienza a moverse y yo lo sigo. Mis piernas tiemblan y no tengo en absoluto el control que él tiene pero lo hago medianamente bien. Y eso es suficiente. Me caigo varias veces y Allan se ríe de mí pero no me molesta. De hecho, yo me rio con él.

—¿Cómo aprendiste a patinar?

Él se queda en silencio durante varios segundos.

—Una de mis niñeras me enseñó cuando era pequeño. Íbamos cada viernes luego del colegio.

—Eso suena… lindo.

—Sí, lo fue. Hasta que mis padres la echaron unos meses después. No volví a patinar hasta hace dos años cuando vine a vivir aquí.

—¿Por qué la echaron?

Se encoge de hombros.

—No lo sé. Solían hacer eso. Contratar a una niñera y luego echarla al poco tiempo. Según ellos eran demasiado blandas conmigo.

No dice más y lo respeto así que decido compartirle algo sobre mí.

—Mis padres me detestan. —Se siente tan raro decirlo—. Bueno, a Marcos y a mí. Adoran a nuestro otro hermano, Federico, pero nosotros… es como si nunca hubiesen querido que existieramos. No… uhm no teníamos fiestas de cumpleaños ni regalos en navidad. Y si teníamos eran cosas viejas de Federico. Solo compraban las cosas básicas, ya sabes, comida, ropa, medicamentos si enfermabamos pero… nunca hubo amor o siquiera interés. —Mi voz es apenas un susurro cuando digo—: Siempre me pregunté qué había hecho mal.

Apenas pasa un segundo antes de que Allan me abrace. La fuerza del impacto casi hace que caiga pero me las arreglo para mantenerme de pie. Él me estrecha con fuerza y yo lo dejo porque realmente lo necesito y porque abraza de maravilla.

—No hiciste nada mal —murmura contra mi oído—. Nada. Ellos son los que no ven lo maravillosa que eres. Y no conozco a tu hermano pero si lo amas tanto entonces debe ser igual de maravilloso.

—Es el mejor hermano del mundo. —Mi voz está rota.

—Escucha, siento mucho que tus padres sean así pero no estás sola, ¿está bien? Jamás vas a estar sola. Hay mucha gente que te quiere ahora. Tu hermano, Allie, Zack… —Se detiene y traga saliva. Su voz es más baja cuando vuelve a hablar—. Yo.

Mi corazón da una vuelta mortal dentro de mi pecho.

Pero sé que no se refiere a lo que yo quiero escuchar. Me quiere sí, pero como amiga. Así que sonrío y lo abrazo con más fuerza.

—Gracias. Yo también te quiero, Allan.

Él se tensa casi imperceptiblemente.

Y creo que este es uno de esos momentos monumentales. De esos que sin cambiar nada lo cambian todo.

Hasta que aprendas a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora