Noche de Luna

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Unos fuertes pasos resonaban por los pasillos en aquella noche sin luna, el frio invernal estaba a la vuelta de la esquina y eso se notaba en el ambiente, las últimas hojas de los arboles caían en eso el último paso resonó a la entrada de una habitación.

*Toc toc*

Se escuchó el golpe seco en la madera de la puerta, seguido de un chirrido y el nuevo comienzo se los pasos.
Dentro de la habitación la princesa descansaba, con ligeros temblores por los cambios de temperatura, mientras tanto la persona que había entrado abría el armario y sacaba de ella una cobija extra para ponerla sobre la joven princesa.

— ¿cuando me harás caso? Debes arroparte apropiadamente.

Unos ojos bicolor se abrieron con somnolencia mientras sus labios se curvaban suavemente hacia arriba.

— si te hiciera caso no vendrías a arroparme por las noches.

Un suspiro fue dado por la parte contraria, con resignación unos ojos esmeralda se posaron sobre la joven.

— Me gustan mucho tus visitas nocturnas, ¿que haría yo sin ti?

Las sabanas se retiraron con suma delicadeza, descubriendo la piel de porcelana de su alteza, suaves pisadas, mas delicadas y diferentes a las primeras se escucharon, al quedar frente a  frente,la princesa enredó sus delicados dedos en las cabelleras rubias de su doncella.

— Morirías de frío probablemente.

La mano de la rubia alcanzó la cintura de la joven princesa para poder apegarla a su cuerpo y pudiera pararse sobre sus pies, para que no estuviera pisando el suelo frio.

— Laila...

La princesa dejo descansar su cabeza en el hombro de su compañera, escuchándola con atención.

— ¿si?

Los brazos de la joven mas alta apretaron mas a la pequeña, quería decirle lo que su corazon le pedía.

— Mi luna...dejame ser tu caballero, mi deseo es velar por ti.

La rubia peino los suaves cabellos de tinta de la princesa con calma, quería que su petición fuera escuchada por su amada.

— No

Sentenció la pequeña soberana, no era la primera vez que esa petición era rechazada, la verdad era que su miedo por que su sol fuera herida por su nombre era inmenso.

— Tu ya eres mi doncella de brillante armadura, no necesitas ponerte en riesgo por mi.

La mirada bicolor de la princesa bajo y sus manos se alejaron de la rebelde cabellera de su amada.

— ¿Sabes que lo seguiré intentando?

La de ojos esmeralda cargo a la pequeña para regresarla a su cama y dejar un delicado beso en sus labios.

— Lo se...pero ahora acompañame esta noche sin luna y préstame tu calor.

Los ojos plata y obsidiana se volvieron a cerrar, la otra parte de la cama se sumió por el peso de la rubia la cual empezó a acariciar el cabello de la princesa.

— pues yo veo la luna mas brillante que nunca.

La respiración tranquila de la menor la hizo sonreír, la volvio a arropar y la abrazo con bastante cariño.

— Ten dulces sueños mi luna.

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