Ucronía [Adrian Agreste/Chat Noir x Oc]

¿Quién es el monstruo?

"Los verdaderos monstruos son aquellos que pueden sonreír mientras causan daño y destrucción a su alrededor..."

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María se quedó boquiabierta al contemplar a uno de los gigantes de piedra que se encontraban esparcidos por toda la ciudad. Era la segunda vez que presenciaba la transformación de una persona en uno de esos seres llamados "akumatizados". Aquello que solía ser un individuo común y corriente ahora se había convertido en una estatua viviente, inmóvil y petrificada en una pose única.

"Este lugar da miedo", pensó la oji-marrón, frunciendo el ceño mientras se cuestionaba las diferentes descripciones que Julieth le había dado sobre la serie. En ninguna de ellas había mencionado lo horrible que era la transformación de los personajes en villanos. Las estatuas de piedra eran una representación aterradora de lo que antes fueron personas normales y corrientes.

—¡Eh, niña!— llamó un hombre con uniforme de policía, haciendo que María diera un salto del susto—. No te acerques a esa cosa. Esta zona está restringida— advirtió el oficial mientras se acercaba a la menor—. Es mejor que vallas a tu escuela. Estarás más segura allí— aseguró el uniformado mientras la peli-castaña asentía de acuerdo con su sugerencia.

—Sí, adiós— contestó María, comenzando a correr en dirección a su escuela.

—Los niños de ahora ya no saben a qué cosas temerle— dijo el oficial, observando cómo la oji-marrón se alejaba cada vez más del lugar. Después de soltar un suspiro, desvío su mirada hacia el gigante de piedra que se encontraba a su lado—. Tengo que reportarlo para acordonar el área— murmuró, rascándose la nuca.

Por su parte, María corrió lo más rápido que pudo, observando cómo a su alrededor había personas akumatizadas por todas partes, rodeadas por cinta policial y oficiales armados listos para cualquier ataque imprevisto. Tragando saliva, siguió su camino hacia su instituto. Apenas era el segundo día y ya estaba a punto de llegar tarde a clase.

La peli-castaña no tardó mucho en llegar a su colegio, el cual ya estaba repleto de estudiantes. Parecía que el incidente del día anterior no le había impedido a nadie volver a la escuela, lo cual la hizo bufar de frustración.

Sinceramente, si no hubiese sido por el Maestro Fu, ella no habría asistido. Pero el anciano prácticamente la había obligado a levantarse esta mañana.

Al ingresar al instituto, María comenzó a caminar en dirección hacia su salón de clases, pero un pequeño bullicio cerca de las escaleras del segundo piso del edificio llamó su atención, haciéndola detenerse para entender con más claridad lo que estaba pasando.