Era un invierno durante los años sesenta.
Pisadas, un maullido de gato, el sonido de una tetera, una conversación que era difícil de comprender por la distancia, y olor a café.
Probablemente él hubiese estado de pie hace rato, o quizás no. Con la noción del tiempo perdida era difícil saberlo.
A pesar de haber dormido más de diez horas, un cansancio le impedía moverse.
Los párpados le pesaban como un par de botas de leñador, era incapaz de mantener abiertos los ojos durante mucho rato. Giró su cabeza sólo para observar los rayos del sol entrar entre las blancas cortinas. Todo en la habitación era blanco; paredes, cortinas y el marco de la ventana. Había una excepción; la puerta de madera marrón, característica por la fría manilla dorada.
El muchacho frunció el entrecejo, haciendo su mayor esfuerzo por levantarse, pero parecía que una presión en el pecho le hacía quedarse, como un puño presionando la zona. El joven batalló, y entre un quejido se sentó en la cama, orgulloso de haber logrado algo de dificultad. Ahora quedaba una cosa más; levantarse y caminar fuera de aquella habitación helada.
El pasillo estaba oscuro, al igual que los primeros escalones de la escalera que pronto comenzó a bajar. La conversación que había oído se detuvo de golpe, y observó a los dueños de esas voces que reconocería en cualquier parte.
Estaban sentados en la mesa redonda de la cocina, con tostadas, mantequilla, algo de queso, té, café, azúcar y la tetera, junto con las respectivas tazas y cucharas.
La sonrisa que le dieron con lástima hizo que el joven resoplara agotado. La cocina, que también era blanca, estaba luminosa por el sol, las cortinas estaban abiertas, lo cual fue una molestia para sus ojos cansados. Mientras pestañeaba y se tallaba los ojos, tomó asiento entre ambos.
— Buenos días, Izzy.
— Hola —saludó con amargura—. Mierda, Duff, no me digas "buenos".
— Días entonces. —McKagan alzó una ceja.
— De acuerdo, Izzy, tranquilo. —Slash le dio palmadas en el hombro.
— ¿Qué hora es? —indagó, con intenciones de cambiar el tema.
— Son las diez y media.
— ¿Cuánto dormí?
— Aproximadamente doce horas.
— Joder —Izzy cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás, apoyando la espalda en el respaldo de la silla blanca—. No me despertaron.
— Por supuesto que no, hombre, tenías que dormir.
— ¿Ustedes durmieron?
La pregunta de Izzy logró que sus amigos se mirasen fugazmente y asintieran con la cabeza.
— Sí, lo hicimos. —carraspeó el de rizos.
— Si van a "unirse" —el azabache hizo comillas con los dedos—. Asegúrense de que esté dormido.
— No digas estupideces, Jeff, no hay ánimos para sexo. —Duff McKagan frunció el ceño.
— Estoy cansado. —susurró.
Duff y Slash volvieron a mirarse, intentando hablarse con la mirada. Saul le apuntó a Izzy con los ojos y el rubio asintió con la cabeza, como dándole la autorización para seguir con el plan.
— Izzy, ¿qué tal si salimos hoy? —le preguntó Slash.
Izzy mostró un semblante molesto.
— Parece que no escuchaste lo que dije hace un par de días.
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𝐓𝐡𝐞 𝐞𝐧𝐝 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 𝐰𝐨𝐫𝐥𝐝. ⌞One-Shot Stradler⌝
Fanfiction"¿No saben que es el fin del mundo? Terminó cuando perdí tu amor."