Primera parte

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Soy una mala persona. Mientras más lo pienso, me doy cuenta de que ya no existe excusa válida para decir lo contrario. Ni siquiera puedo convencerme a mí misma de que no era consciente de lo que estaba haciendo cuando todo ésto empezó. Simplemente sucedió y cuando caí en cuenta de lo que me estaba pasando, ya no pude detenerme.

    El corazón quiere lo que quiere, y por más que tu cerebro no esté de acuerdo con ello, no hay nada que puedas hacer para cambiarlo.

    En eso pensaba mientras bebía mi cuarto vaso de... bueno, era una mezcla de varias bebidas que encontré en la reserva de botellas de papá. Desde que era pequeña él guardaba el alcohol bajo llave en la alacena de la cocina. Dudo que alguna vez haya pensado que yo, su pequeño ángel, fuera capaz de asaltarlo como lo hice esa noche. Lo peor, era que esa no sería la única regla que quebrantaría, porque había algo que me molestaba. Una idea que se metió en mi cabeza y se mezcló con todo lo que había bebido.

    ¿Qué tanto podía cagarla en una sola noche?

    Subí las escaleras, agarrándome del barandal con firmeza para no perder un escalón y terminar rompiéndome el cuello. Solo eso me detendría de cometer la barbaridad que estaba a punto de hacer.

    Estaba decidida porque no lo pensé demasiado.

    No solía beber, tampoco salía a fiestas, ni hacía la mayoría de las cosas que la gente de mi edad acostumbraba. Era tímida e introvertida y prefería mil veces gastar mis sábados por la noche encerrada en mi cuarto viendo películas o escuchando música, a estar rodeada de gente y emborracharme hasta perder la conciencia.

    A excepción de hoy, claro está.

    Dejé el vaso en una mesita a un costado del largo pasillo y me dirigí a la segunda puerta de la derecha. Intenté callar mi mente e ignorar todas las alarmas que me advertían del peligro de entrar ahí.

    «Tantos años de silencio se terminan hoy», pensé.

    Puse mi mano sobre la perilla y sentí una corriente recorrerme desde la punta de los dedos hasta la cima de mi hombro. Una pizca de lucidez me golpeó en ese instante y me di cuenta de algo que siempre había tenido presente y oculté bajo la alfombra la última hora.

    Nada volvería a ser como antes.

    ¿Estaba dispuesta a arriesgar éste vínculo que jamás podría recuperar, solo para sacarme este nudo de la garganta?

    Mi frente se apoyó en la madera.

    No, no lo estaba.

    Retrocedí, ignorando ahora el impulso de mandar todo al diablo. No podía ser tan egoísta. Estaba enferma.

    La repulsión por mí misma le dio lugar al miedo y la desesperación por querer cambiar. Quería dejar de ser yo para quitarme estas ideas de la cabeza de una vez por todas. Me estaba lastimando y no podía parar.

    Cuenta desde diez, Bell.

    10...

    9...

    Cierra los ojos.

    8...

    7...

    Respira por la nariz.

    6...

    5...

    Respira profundo.

    4...

    3...

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⏰ Última actualización: Sep 09 ⏰

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