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Chocolate, galletas y píldoras...




Inspiración... ¿Qué es sino ese impulso de crear magia? Esa ventisca colorida sobre las teclas de un piano que perteneció a mi abuelo, a quien mi padre se empeña en traer a la vida cada día; esa voz melodiosa que hace temblar nuestras paredes y sale del pecho de mi madre, repartiendo notas en el aire que se escurren bajo mi puerta mientras aún duermo. Mi sueño nunca ha sido pesado, así que despierto consternado y no doy chance a mi cuerpo de desperezarse como cada mañana, sino que tomo la sudadera colgada en la silla de mi escritorio y con ella cubro la rendija bajo la puerta, para así aislarme por completo, para así poder pensar con claridad. Entonces de vuelta en la cama, me cuestiono nuevamente qué es la inspiración; como si de esa manera pudiese conseguir que el polvo acumulado sobre el estuche de mi guitarra se esfumase, y que el miedo, odio o tristeza que en gran medida sentía, lo hiciese junto a él.
Un par de semanas habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, luego unos meses y más tarde dos años, sobre mi vida, sobre este cuarto de ventanas cerradas y por supuesto sobre mi. No estaba del todo seguro de cuanto más tiempo pasaría, para que yo lograse salir de este bache cíclico y vicioso de soledad. O cuantas más horas estarían mis padres usando la música, en un intento de arrancarme de este estado de entumecimiento emocional sujeto a la depresión; y con todo este revoltijo en la cabeza me obligo por fin a levantarme para comenzar a hacer las maletas que llevarán mis cosas a la Universidad.

Si soy sincero no quiero estudiar, supone demasiado esfuerzo solamente convencerme de que es necesario cepillarse los dientes en la mañana.

La primera maleta está a medio hacer, lleva un par de horas de esa manera sobre la cama, ya que no se que debería empacar. Estando en casa siempre llevaba pijamas, al jardín nunca salía, a veces ni siquiera iba a la cocina en busca de alimentos. Cuando esto sucedía, mamá entraba a mi habitación y se plantaba junto a mi, hasta que por cansancio, más que por voluntad, me llevaba un par de cucharadas a la boca y detrás de ellas la medicación. El régimen lo llevaba desde aquello y aquello no lo quería recordar, así que tampoco recordaba el inicio exacto de la toma de antidepresivos; lo cual es tristemente gracioso, pues tampoco soy capaz de hacer un pronóstico del final.
La maleta sigue donde la dejé y trato de persuadirme para continuar, porque no puedo preocupar más a mamá; una conversación con papá de días atrás me lo recuerda y también me hace pensar en la forma en la que me siento a veces, no, casi siempre. Como un inútil, alguien que tiene el conocimiento de que por mucho que batalle, jamás será capaz de llenar un espacio en blanco.

—Cariño, debes guardar más ropa, te irás por varios meses —miré con ternura a la guerrera de larga cabellera negra, que había tomado asiento junto a la maleta y me regalaba esa sonrisa saturada de amor tan característica de su persona—. ¿Quieres que prepare un chocolate caliente para ti? –aunque sabía que se trataba de sus buenas intenciones, y de que no tomase la medicina con el estómago vacío, me negué haciendo un gesto con la cabeza, e inmediatamente me percaté de la frustración en la que se sumió.

—Estoy bien así mamá –dije sin parar de revisar los percheros y dándome cuenta de que la mayoría de la ropa, estaba intacta e inmaculada, como si hubiese sido traída directamente de una tienda, pero realmente se debía a el poco uso que tenía cada pieza.

—¿Quieres unas galletas entonces? —se aventuró a preguntar esperando aún así una negativa, la cual nunca llegó, debido al simple hecho de que las acepté siendo complaciente, esto por supuesto ella no lo sabía, por lo que la sonrisa volvió a trazarse discretamente en su rostro y rápidamente fue en busca del alimento.

Una taza de chocolate caliente, galletas recién orneadas y píldoras... Mi desayuno en la usualmente fría mañana. Lo comí ávidamente, puesto que la noche anterior no había tenido fuerza de voluntad para cenar, y se me hizo imposible negarme a que mi estómago obtuviese algo de atención. Las palabras de bocas ajenas adquieren un poco de peso ahora... "Estas muy delgado" dicen los más cercanos y no mienten. Si lo estoy, producto a la negación de ingerir alimentos y al hastío.
En la pantalla oscura del teléfono móvil, encontré tiempo acumulado en un cabello descuidado, el cual cubría gran parte de mi rostro, pero que de igual forma no iba a cortar antes de irme, además de esto, una sombra pronunciada enmarcaba mis ojos exhaustos.
Tomé una bocanada de aire y luego solo la dejé escapar, como si fuese el suspiro de un enamorado; como si fuese una ola que besa la arena para luego solo escapar. No me sentía preparado para abandonar esa habitación, o para conocer personas nuevas, o simplemente para tocar cualquier instrumento musical.

AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora