#5: ¿Amistad?

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—¿Qué quiero hacer en el futuro? Es una pregunta difícil —escuché la voz dulce de una chica mientras la veía reír. Nunca lograba ver su rostro, como si mi mente lo impidiera.

—No lo sé, no lo he pensado aún —respondió una voz masculina, similar a la mía. No podía ver el rostro del chico, pero sí su uniforme: era yo.

Parece que estaba viendo un recuerdo como un espectador. Era raro, no podía interferir ni hablar, era como una persona extra que veía los recuerdos de alguien más, pero esos recuerdos eran míos.

La chica me sonrió, se levantó del columpio y me dio unas palmadas en el hombro.

—Eso es normal, es un problema común. Muchos de nosotros tampoco sabemos qué vamos a hacer. No te presiones, seguro encontrarás tu propio camino.

Le agradecí levantando la mirada, cuando un sonido externo, como una alarma, interrumpió la escena. Todo se tiñó de rojo. Confundido, me desperté. La alarma para mis clases sonaba con una intensidad mucho mayor a la que recordaba. Con pereza, estiré la mano y la apagué.

Me alisté y revisé que todo estuviera guardado en la mochila. Al bajar por las escaleras, vi a mi madre escuchando la radio mientras terminaba de cocinar los últimos panqueques. Me senté, dejé la maleta en el suelo y la saludé.

—Buenos días, este día hice panqueques de avena con fruta.

—Están deliciosos, gracias —le respondí mientras me sentaba a su lado.

—Siempre es un gusto escucharte decir eso. Tu padre se ha de demorar en bajar, así que no te preocupes por esperarlo. Le daré los buenos días por ti.

Después de comer, repetí la acción de dejar el plato en el lavaplatos y me despedí con un abrazo. Corrí hacia la parada del metro y tomé el camino hacia el colegio.

Me guié nuevamente con el mapa del aula, acomodé mis cosas en el pupitre y esperé a que el maestro llegara para iniciar las clases. Cristian, quien ingresaba al aula, me saludó de paso. Como representante del salón, a veces era convocado por alumnos o por el director para discutir eventos y problemas.

Las clases iban bastante bien. Me había acostumbrado al clima de Nueva York después de una semana, aunque algunas rutas y calles aún me resultaban confusas. La clase actual era aburrida; anoté algunas ideas principales y empecé a garabatear, haciendo dibujos de palitos y dejando notas. De repente, escuché mi nombre.

—¿Disculpe? —pregunté, intentando simular confusión. No quería llamar la atención como perezoso en mi segunda semana de clases.

—Le decía que forma parte del grupo del señor Rodrigo.

—Bien, gracias —sonreí, sin saber quién era Rodrigo. La punta de mi lápiz se rompió por presionar demasiado fuerte en el papel. Cuando los grupos se reunieron, me acerqué a Cristian para preguntarle si conocía a Rodrigo. Él me miró por unos segundos y luego señaló a un chico de cabello marrón.

Le agradecí y, con pasos dudosos, me uní al grupo después de saludarlos.

—Eithan, ¿no? Qué bueno que nos tocó contigo, luces inteligente —me habló una chica de cabello negro y corto hasta los hombros, con ojos color café oscuro.

—Bueno, Rody también lo es, aunque dos mentes brillantes no vienen mal —dijo una chica de cabello rubio rizado, un poco más largo que la chica de ojos cafés. —Yo me llamo Liliana, por cierto.

—Un gusto, yo soy Eithan Ramos —respondí, mirando al chico de cabello marrón, que estaba escribiendo de forma concentrada.

—El callado es Rodrigo, o Rody como le decimos. Está algo metido en su resumen, así que no te preocupes si no pestañea —explicó Liliana.

—Liliana, sí te puedo oír aunque no te vea —dijo Rodrigo, levantando la vista con las cejas fruncidas en señal de enojo. Luego, se dirigió a mí con una sonrisa.— Mi nombre es Rodrigo Hernández, un gusto conocerte, Eithan.

—Igualmente —respondí. Después de presentarse, Rodrigo volvió a escribir en su cuaderno, dando pequeños golpes en la mesa con su dedo índice.

—Ya terminé, ahora les daré la repartición de sus papeles y tareas. Liliana y Eithan, ustedes se encargarán del papelote. Sophie se encargará de hacer los dibujos. Yo me encargaré de la supervisión.

—Es lo mismo que decir que no harás nada —comentó Liliana, con un tono sarcástico.

—Silencio, soy el líder aquí —respondió Rodrigo, aclarando su garganta.— Ahora, la repartición de los temas. Cada uno tendrá su respectivo tema para exponer. Manos a la obra.

Después de decir esto, volvió a sumergirse en su cuaderno, mientras Liliana y yo nos organizábamos. La chica rubia me indicó que debía entregar el borrador a Rodrigo para su revisión.

—Le debes dar el resumen al supervisor para que lo verifique. A veces se sumerge mucho en sus ideas, así que si no te escucha, trata de llamarlo tocando su hombro.

Parece que lo conocían desde hace tiempo; Rodrigo era algo distraído. Caminé hacia él y lo llamé. Se volvió, sonrió y revisó mi resumen.

—Sí, está bien.

Liliana, que me observaba, comenzó a escribir. No tenía mucho que hacer, así que decidí caminar y observar a los demás trabajando. Me di cuenta del porqué Rodrigo nos había asignado esas tareas. Sophie tiene una excelente habilidad para dibujar y Liliana tiene una letra legible y agradable de ver. Rodrigo también era serio a la hora de supervisar.

Nuestro grupo era el número 3, así que éramos de los primeros en presentar. Cuando llegó nuestro turno, Rodrigo capturó inmediatamente la atención del aula. Luego se aclaró la garganta y dio paso a Liliana. Seguimos el orden de la repartición de tareas.

Cuando finalizó la presentación, volvimos a sentarnos. La clase continuó hasta que llegó la hora de recreo. Comencé a guardar mis materiales en la maleta. Rodrigo y Liliana se me acercaron, sonriéndome.

—Buenas tardes, Eithan. Si te parece bien, ¿te gustaría almorzar con nosotros? —me sorprendí un poco, pero traté de disimularlo y asentí suavemente.

—Bien, síguenos. Ya tenemos una mesa reservada. Sophie ya la reservó por nosotros y nos está esperando.

Decidí seguirlos, sintiendo un poco de emoción. De alguna manera, sentía que había ganado nuevos amigos.

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Alas de MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora