Los 59 y yo
La sala de cine apareció y aparecí en ella.
No entendí como, pero llegue a ella, de repente me fije que estaba en el sillón 8 de la serie J, como estaba marcada las butacas.
Simplemente me encontraba sentado en espera que pasara algo.
Volteando uno a vernos a otro, otros, todos juntos no sabíamos quienes éramos ni que estábamos haciendo ahí, simplemente estábamos y manteníamos observándonos unos a otro.
La vista natural, nada que pudiera considerar alterarme, no entendíamos como llegamos ahí, no estábamos presionados, no estábamos asustados, no estábamos preocupados, simplemente estábamos.
Comenzamos a comunicarnos de alguna forma, la razas o grupos étnicos o el nombre que le quieras dar a las personas que integramos a este grupo heterogéneo no nos explicábamos como nos entendíamos. No era la torre de babel, no era la reunión de razas ni las Naciones Unidas, todos éramos de diferentes orígenes y razas y simplemente pensábamos y los demás nos entendían lo que estábamos hablando.
No me recuerda si había hombres mujeres o quimeras, simplemente éramos seres humanos en una sala de cine.
Las escalinatas permitían ver sin ningún problema la pantalla, pero nos impedía estar cierto sobre la características de los demás ocupantes de la sala, simplemente parecía seres humanos y todos descartamos que hubiera otro tipo de ser vivo.
Y, ahora que lo menciono alrededor de todos no vimos a otro ser vivo diferente a la naturaleza humana.
No había administrador, coordinador no director del lugar, simplemente los ocupantes teníamos entendido lo que debíamos de hacer y cómo hacerlo.
En este caso estábamos esperando un evento y ese evento sería desarrollado de una forma que ya sabíamos lo que pasaría y como pasaría.
Todos, o por lo menos yo así lo entendí, los que estábamos en la sala estábamos esperando algo, ¿Qué? No sé pero intuí que estábamos esperando la selección natural.
Contrario al nacimiento del ser humano, exactamente lo opuesto, todos estábamos en el umbral de la muerte, no porque estemos deseosos de morir, por el contrario, estábamos consientes de vivir pero como la muerte no tiene palabra sabíamos que podría llegar en el momento menos previsto y deseado, para algunos para otros, deseado y esperado, Puesto que lo único seguro que sabemos ocurrirá cuando nacemos es que nos vamos a morir.
Esto es que el camino de la vida nos enseña varias cosas, incluso nos enseña a morir, si obtuvimos la información necesaria y la analizamos de una manera objetiva, puesto que todos tenemos acceso a la información, el matiz es el que nos da la pauta para la obtención de la filosofía de la muerte, que nos garantiza una vida plena, dado de que, la aceptación de la muerte nos garantiza que disfrutemos el día a día como el momento de la felicidad.
Todos tenemos acceso a la misma información, todos podremos consultarla, a todos nos llega de una forma intrínseca y otros extrínseca, pero a todos nos llega la misma información, de nosotros dependerá permitir su acceso a ella, permitir abrir las puertas de ella y que nos empape con la información, pero otros, negando la naturaleza del humano y de todo ser vivo, la niegan se aferran a circunstancias que creen le da felicidad atribuyendo al esfuerzo que lograron para un estado, se niegan a abandonar aquello que la naturaleza se le dio y cree que es de su pertenencia. Se niegan a abrir la puerta para analizarla y en su caso permitir disfrutarla durante el trayecto para disfrutarlo y ser feliz con el camino, sin importar el destino.
Los que estábamos en la sala habíamos abierto la puerta y de una u otra forma estábamos consientes de que el día a día es la felicidad, no la puerta, es la felicidad propiamente, por lo tanto, no nos preocupo lo que estaba ocurriendo, algunos solamente se cuestionaron sobre como llegamos a ese punto.
