El amor que Trudy sentía por Dan, su compañero de la universidad, la llevó a buscar un hechizo para poder tenerlo junto a ella. Encontró la receta en un libro viejo de su tía, quien viajaba en ese momento. Razón no faltaba para decir que la hermana de su mamá daba la impresión de ser una bruja, ¡si hasta su habitación lucía decorada de manera muy particular!, pero eso a la joven no le importaba, lo único en lo que podía pensar era en la idea del chico enamorado de ella al fin.
Así, antes de aplicar el conjuro junto a todos los materiales necesarios, le entró una extraña sensación, como un presentimiento, una advertencia, mas lo ignoró. Y cuando terminó de hacerlo, esperó paciente a que se diesen los hechos.
Al día siguiente, podía notar que el castaño la miraba desde su asiento, siendo que antes ignoraba su existencia. A Trudy se le hizo increible que estuviera sucediendo tan rápido. Se contuvo para no brincar de felicidad.
Solo había un pequeño detalle que la incomodaba, la mirada que le lanzaba conforme pasaban los días, iba adquiriendo un tono más serio y penetrante.
Le sonrió, esperando que él también hiciese lo mismo. Su emoción se agrandó cuando así fue, hasta que notó algo extraño, esa no era el tipo de sonrisa que solía ver en él. Parecía más marcada, más exagerada, como si unos hilos estuviesen jalando de cada una de las comisuras de su boca.
Quizá el amor la cegó para no caer en cuenta de la notable diferencia con la que empezaba a actuar su enamorado, es decir, si antes era el mejor alumno de su clase, ahora se le veía algo distraído, pensativo, distante de si círculo de amigos, como si nunca hubiera conocido a esas personas. Excepto con Trudy.
La pelinegra tomó el valor para acercarse y pedirle una cita, a lo que él tan solo asintió, inexpresivo. Trudy sonrió, emocionada. Sin imaginar que pronto se arrepentiría de haberlo hecho.
El lugar donde se encontraron fue un parque cerca a la universidad, luego irían a la cafetería. Trudy disfrutaba de los alrededores mientas Dan mirar todo con desprecio, incluso cuando se les acercó un perro y la pelinegra lo acarició, este volteó a ladrar a su acompañante.
—Lo siento —se disculpó la dueña del can, retirándose con este bajo la mirada de odio del chico.
Empezaron a charlar sobre sus vidas, sus gustos y planes a futuro. A Trudy le hubiese gustado sacarle al menos una carcajada a Dan, pues sentía que podía aburrirse y largarse. Tal vez no hubiera amarre que lo evitara. Lamentablemente su humor no era el mejor.
En un momento de la cita, Dan cortó aún más la distancia y acercó su rostro al suyo. Ella tragó saliva y, antes de que pudiera hacer algo, la besó.
Una especie de electricidad recorrió todo su ser.
Cuando intentó separarse un segundo para tomar aire, no pudo, la fuerza con la que la estaba sujetando era tanta que empezaba a hacerle daño. Trudy abrió los ojos, asustada, y tal fue su sorpresa al ver el rostro de Dan comenzar a deformarse y adquirir una apariencia horripilante. Sintió la lengua de esa cosa alargarse, penetrando en su garganta, ahogándola, a la vez que con su boca parecía como si buscara succionarla. La joven intentó gritar, pero fue en vano, la criatura que la mantenía presa no pararía hasta saciarse con ella.
ESTÁS LEYENDO
El amarre
ParanormalTrudy no debió dejar que su obsesión por Dan la llevara a lanzarle un hechizo.