- ¡Andate la mierda Santiago! Sos un conchudo.
Exclamó un Roberto que parecía estar por llorar de la rabia, miro el tablero de juego como todo lo que le había costado tanto conseguir su amigo se lo arrebataba en tan sólo minutos. Santiago miro a Roberto con una sonrisa casi nula en el rostro mientras fingia contar los billetes de mentira.
- Entonces Robertito, ¿Qué propiedad piensas comprar ahora? Quedan pocas y tu capital es bajo - hablo metódico un Tavella, que por dentro moría de la risa por la cara de su amigo.
- Ni me hables, Tavella, esto lo declaras guerra.
El vocalista volvió a tirar los dados, cuando vio que cayó en la prisión del monopolio, se quiso reventar la cabeza contra la mesa ratonera de vidrio donde estaba el tablero, Tavella por su contra parte, no pudo evitar reírse del hombre y intentar consolarlo con leves palmaditas sobre su espalda. Todo esto ocurría a la expectante mirada de Alvin, el batero, que sonreía leve por el juego de sus amigos, el estrés de uno y la despreocupación del otro, miro el reloj de la pared, casi las siete de la tarde, pensó, suspiro y se levantó del sillón donde estaba sentado, camino lentamente hacia la ventana del departamento y observó la calle, la capital uruguay se veía hermosa a esas horas en plano invierno, todo oscuro con las luces artificiales iluminando lo que estuviera a su paso y como la luna se asomaba para darse a conocer. El batero miraba a la gente y los autos pasar, esperando algo, más bien, esperando a alguien.
Un grito lo sacó de su trance y volteó donde estaban sus amigos, Roberto había mandado a volar el tablero mientras que Tavella no paraba de reír acostado en el suelo con el tablero y un par de fichas sobre él, Alvin miro al Musso presente y empezó a reír de la cara del mismo, colorado como un tomate de la rabia y con los brazos cruzados sobre el pecho como si fuera un niño apuntó de hacer un berrinche.- ¡Anda Santiago, no juego más con vos! ¡Sos un tramposo!
Exclamó de nuevo el joven mientras veía a su mejor amigo reírse de él y cuando noto la risa del más bajo de la sala, su enojo aumento.
- ¡No te reias Alvin! Es tu culpa por ofrecernos este juego de mierda.
Álvaro con una sonrisa negó, estos dos juntos no tenían remedio mientras Roberto ayuda a juntar las piezas juntos con Santiago, quien todavía seguía riéndose, el batero volvió a mirar por la ventana, su corazón se aceleró cuando reconoció aquél auto estacionar frente al complejo de departamentos donde vivía, vio como un hombre baja junto con dos cajas de lo que parecía pizza, sonreí en grande con un rubor leve sobre sus mejillas, que buena mente brillante fue cuando se le ocurrió planificar esta juntada con sus amigos.