Hace dos noches rocié mi almohada con tu perfume, con aquel frasco que olvidaste en mi casa la última vez que volviste.
Y cada noche, me coloco los cascos, enciendo el móvil y pongo la lista de canciones que solias cantarme, o las que me enviavas, las que decías que te recordaban a mi y sobre todo las que marcaban un nosotros.
Me aferro a aquel peluche que decidiste regalarme por mi cumpleaños, fue tal la insistencia que era lógico que al final lo hicieras, y pienso en todo y cada uno de los momentos que hemos vivido, juntos.
Y lo peor de todo es que aún me imagino mil historias más, pero eso siempre, juntos.
Odio que esa maldita sonrisa tuya aparezca en mis sueños más placenteros, y que tu mirada siga imnotizandome como el primer día.
Odio saber que gracias a ti me volví irrompible, que me quise y me acepté a mi misma y me valoré como debería haberlo hecho mil veces antes.
Pero ahora sin ti es todo tan diferente, siento que vuelvo a ser la misma muñeca rota, frágil.
Y lo peor de todo sé que que si vinieras ahora, me cogieras de la mano y me repitieras ese te quiero, que sé que fue sincero me reconpondría pero solo si lo hicieras tú.
Y odio que esto me pase cada noche, odio comenzar recordando tu aroma, recordar los momentos tan buenos que vivimos y saber que ahora no te tengo, odio acabar todas y cada una de las noches quedandome dormida llorando, odio estar metida en este pozo y que tu seas la única cuerda, odio amarte.
