Armonía Lunar

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Si las personas de las siguientes generaciones pudieran preguntarles acerca de cuál de las actividades que realizaban era la que permitía formar más experiencias y recuerdos, quizás la mayoría respondería que los bailes

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Si las personas de las siguientes generaciones pudieran preguntarles acerca de cuál de las actividades que realizaban era la que permitía formar más experiencias y recuerdos, quizás la mayoría respondería que los bailes.

¿Y cómo no hacerlo? Todos sabían lo que representaba uno, lo que traía consigo.

Se podría decir que iban solamente por diversión, por demostrar de esta forma cuan privilegiados son mediante la fineza de las telas que tejían sus trajes, por resaltar su elegancia y dejarse llevar en una noche de música y gozo.

Aunque Juan sabía perfectamente que habían muchos que iban con intenciones más estratégicas.

Y él no era la excepción.

Hijo de una familia de alta alcurnia que forjó su riqueza desde lo más abajo. Su padre era uno de los empresarios más reconocidos de la ciudad por haber confiado en primera instancia al desarrollo de los innovadores ferrocarriles. Nadie esperaba que tarde o temprano aquello daría frutos, impactando a la sociedad y así, llevándose una fuerte capital a sus bolsillos.

Desde que la suerte le había puesto el dinero en sus manos, el hombre al que llamaba cariñosamente como "daddy" había perdido noción alguna de la humildad.

Los regalos caros a su madre, las ropas de nombradas marcas, los decorados exuberantes y la necesidad creciente de derrochar plata como estúpido, condicionaba cada una de sus acciones hasta llegar a corromper a su propia sangre.

Drako con los 22 recién cumplidos decidió irse de casa a buscar la libertad que el mayor le estaba quitando.

Sus constantes peleas y problemas, los cuales siempre eran acompañaban de palabras hirientes, fueron demasiado para el menor. No tuvo otra solución que dejar su hogar a escondidas de todos, menos de su adorado hermano.

"Por favor, Juan. No tenemos porqué soportar esto. Vamos a encontrar una mejor vida, juntos."

Las palabras del joven sonaban desesperadas. No quería que Juan se quedará solo, deseaba su bienestar antes que la suya.

"Cuídate mucho, Drako... Pero yo me quedo acá."

Sin embargo, Juan tenía que pensarlo mil y una veces más para tomar tan arriesgada decisión.

El mayor de los dos renegó y reprochó segundo a segundo la inocencia del chico de ojos miel, llevándolo a irse con el sabor amargo de seguir su camino alejados por culpa de la luz creciente del sol en el horizonte.

Juan nunca entendió que pasó por su mente para rechazarlo así de rápido. ¿Temía dejar sola a su madre? Quizás. ¿Creía que aún había rastro del hombre que admiraba bajo la frialdad de su padre? Tal vez. ¿O solo era un cobarde que no quería echar a perder lo que tenía? Lo más seguro era que sí.

Sus progenitores no tuvieron mucha reacción a la huida de Drako, solo se pusieron a insultar su "mal agradecimiento". Las mentiras sobre que este fue a la capital por estudios eran recurrentes en sus conversaciones, destacando a su ahora único retoño cerca.

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