Explicaciones No Pedidas

Antes

En el éter del pasado, en la dimensión suspendida del antes, yace un eco de dicha y nostalgia entrelazadas. Es un lugar donde nuestras mentes se refugian, donde los recuerdos se alojan como joyas resplandecientes. En el antes, se almacenan todas aquellas cosas bellas que desearíamos retener, como fragmentos de un sueño que se desvanecen al despertar. En ese instante del antes, flota en el aire un regocijo palpable, un suspiro de tiempos iluminados por la luz del entendimiento y la plenitud. Es donde atesoramos los besos robados, las risas sinceras y los abrazos entrelazados. Allí se resguardan pequeñas dosis de felicidad, con la promesa de recordarlas y revivirlas en los días por venir.

Pero también en el antes, se albergan los susurros de las oportunidades no aprovechadas, las palabras que nunca fueron dichas y los sentimientos que quedaron enredados en el laberinto del tiempo. Es donde naufragan las ilusiones rotas y los sueños abandonados, como olas que se desvanecen en la orilla sin llegar a alcanzar la orilla. En ese espacio enigmático, el antes nos confronta con nuestros anhelos más profundos, con los amores que se perdieron en el transcurso del camino y con las decisiones que podríamos haber tomado de forma distinta. Es un portal hacia lo que una vez fue, pero que siempre estará entrelazado con nuestra historia personal.

El antes es más que una mera transición entre lo que fue y lo que será; es un paisaje en constante evolución que se nutre con los colores y las emociones de nuestras vivencias pasadas. Es la gema preservada de un pasado lleno de vitalidad y aprendizaje, que impulsa nuestras acciones presentes y moldea nuestro devenir futuro.

En el lienzo del antes se entrelazan los matices del optimismo y el pesar, la gratitud y la añoranza. Es donde se guardan todas las cosas buenas que el mundo nos ha regalado, una galería infinita de alegrías, amores y triunfos. En el antes, quedan impresas las huellas imborrables de lo que amamos.