Louis... Detestaba un poco su vida. Solo un poco.
Era de los omegas afortunados que no había sido violado de niño por los revolucionarios, podía estudiar gracias a las nuevas reformas y su pueblito era muy tranquilo. Si, las callecitas de Guanajuato eran demasiado empinadas y demasiado pequeñas y no había un pero, era así de simple.
Era... Cansado.
Era cansado que a pesar de que su pueblo era muy pequeño para conocerse de memoria, era demasiado tedioso de caminar, era cansado que todos allí se conocieran. Siendo el resultado que todo lo que contaras estaba malditamente hablado, y en menos de dos minutos todos sabrían de qué pie cojeabas.
Y lo que era más cansado para él... Es que la cosa más hablada era su nombre. Siempre.
Desde antes de su concepción era así.
Pues su madre se había ido con un alfa inglés aún durante la revolución. Todo su pueblo hablaba de el como un cazador de fortunas, como un mal omega... Claro que preferían usar otras palabras, la favorita era una que empezaba con "P".
Durante el tiempo que el se fue a hacer quién sabe qué con su padre. Su abuela se llevó la peor parte de todo, pues todos hablaban de la horrible madre que podía ser al dejar a su hijo escaparse con un gringuito.
Pero hay cosas que el propio Louis no sabe, pues (aunque son escasos) un par de secretos se pudieron escapar del pueblo chismoso. Como lo que le pasó a su abuela Amanda meses después de la partida de su bebé, con un corazón roto por la falta de cartas de su hijo fue por una caminata por las afueras del pueblo.
Mientras lamentaba su pena, un cloqueo de cascos comenzó a acompañarla. Era raro, pues parecía que todos en el pueblo tenían misma hora para irse a dormir, nadie andaba por ahí.
Pensando que tal vez era un borracho Amanda caminó más rápido.
El caballo comenzó a trotar.
Algo que la caracterizaba es que ella era una mujer de mucho carácter. Si tenía que pelear con uno de esos pendejos, lo iba a hacer. Así que, de forma estúpida, se quedó quieta.
Delante de ella, estaba el caballo más grande que había visto, un hermoso animal de color negro. Majestuoso, más poderoso que cualquier hombre que haya visto. Con ojos tan rojos como el carmín de la sangre, pero ni eso pudo sacarla del embelesamiento por la belleza postrada frente suyo.
Y si el caballo era hermoso, el jinete superaba cada cosa que hubiera o vaya a ver en su vida.
Con los rizos más rizados, un cuerpo fuerte digno de un alfa. Ojos esmeralda que ocultaban una parte tan carmín como los del caballo, era guapísimo.
– Buenas noches señora Amanda. – saludó con voz grave y muy lenta.
Ella parpadeó, sin saber qué decir frente a este hombre. Al inspeccionarlo, notó que era un charro con uniforme negro. Se extrañó, pues sabía que los charros eran personas con dinero, y la hacienda más próxima estaba a dos pueblos de distancia.
Además, ¿Cómo este desconocido sabía su nombre?
– Buenas noches. – respondió con recelo. Sabiendo que lo que tendría que hacer es correr al lado opuesto de este tipo. Pero un magnetismo la mantenía allí, con los pies bien plantados en el suelo.
El hombre la vio con una sonrisa en la comisura de sus labios. La luna le daba un toque aperlado y misterioso.
– Usted quiere algo, y para su suerte, yo se le puedo dar. – expresó el alfa, seguro de sí mismo. Como si supiera cada secreto de Amanda, como si fuera un libro abierto.
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Para mí, tú eres la gloria. (L.S)
FantasyY en la noche oscura, un hombre a caballo ofrece todo lo que puedas desear. Louis desea muchas cosas.