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Querida Diana


No vengo a saludarte, ni a preguntarte cómo estás; espero me entiendas, esas cosas ahora me interesan en lo más mínimo. La razón por la que te escribo es porque llevo cargando en mi pecho ciertas palabras que no pueden esperar más.


Necesito que seas consiente que nada de lo que diga o haga tiene una razón lógica, porque ni yo mismo la encuentro. He estado perdido por varios meses y no encuentro ningún lugar a donde ir, no tengo nada más que hacer, pero daré mi mayor esfuerzo en ser puntual con lo que siento:


Me parece inhumano lo que has estado haciendo y realmente desearía que pararas. Desde las lluvias del año pasado no has dejado de arruinar mi vida, no ha habido ni un solo momento donde me esté riendo a carcajadas y no aparezcas tú en mis pensamientos: me pones a dudar, Diana, si las cosas serían diferentes si dieras otras señales, o si yo dijera otras palabras.

Últimamente me siento atacado con tantas inseguridades que tú, sí, tú, has implantando en mi cerebro, y no creo que sea justo ser el único que tenga arrepentimientos y remordimientos.

No lo sabes, o tal vez sí lo sepas, pero ahora me he propuesto verme unos cuantos minutos más frente al espejo, porque me acecha el miedo que me veas y tengas el deseo de burlarte de mí; por eso mismo, prefiero lucir impecable antes de quedar como un descuidado.


Estoy como un loco, cada vez que conversamos me toma más milisegundos darte la respuesta acertada, incluso ahorita se me dificulta un poco poner en orden mi cabeza. No tienes idea de lo mucho que me aterra no decirte exactamente lo que diseño en mi cabeza para hablar. No quiero quedar como un tonto, pero tampoco quiero que me malinterpretes.

Ni tan siquiera tenía planeado escribirte, sin embargo, aquí estoy y me gustaría hacerlo de la mejor manera posible. Espero que esta carta te parezca tan importante como a mí y espero profundamente que comprendas, por lo menos, la razón de ella.


Me tengo que ir. Por las razones que he enumerado antes, he tomado la mejor decisión para mi, o incluso para ambos, pueda que parezca incomprensible ahorita y aunque no espero que me odies, comprendería perfectamente si lo hicieras.

Porque incluso si los pensamientos sobre ti, mi inseguridad, los minutos de más frente al espejo o las palabras medidas milimétricamente para tu complacencia fueran molestas, lo que más confunde a mi corazón es tu silencio, Diana, no puedo descubrir lo que piensas si te mantienes callada.

Y aunque he intentado sacarte la verdad con preguntas extrañas o conversaciones redundantes, en realidad no tengo el derecho de saberla y tú no tienes la obligación de decírmela, porque ¿Qué haría yo con ella? ¿Qué pasaría si no es lo que espero? Llegué a la conclusión que todos mis males no pararán incluso si dices lo que quiero escuchar.

Las noches se han vuelto más largas mientras intento averiguar si las conversaciones profundas que hemos tenido significan algo para ti, pero no importa el número de vueltas que le de en mi cabeza, probablemente nunca significaron nada; me molesta un poco haber perdido el tiempo en eso en lugar de dormir. ¡Y mejor ni te cuento sobre dormir! Apareces cada vez que cierro los ojos, con tu amabilidad que te caracteriza, con tu sonrisa que me tanto me gusta.

Diana, tengo que irme. Aún si calculo mis palabras, aún si arreglo mi cabello una y otra vez, siento en lo profundo de mi corazón que te atormento, y la verdad es que me atormentas también.

Pero, aunque tenga que irme, no quisiera hacerlo.

Quisiera quedarme, Diana, contigo, aunque eres un dolor de cabeza seguro y de todos los días, no quiero perderte, Diana. Al fin y al cabo, siempre debo mantener una buena postura y nunca debo de pasarme con las palabras.

Seguiré midiendo lo que digo, y si en algún instante nos volvemos a ver y veo que te estoy haciendo pasar un mal rato, no me acercaré otra vez; y en ese momento me consolará haber pensado en ti un par de veces, aun si después, al pasar el tiempo, no me sea permitido.

Me gustaría que algún día leyeras esta carta, mas no me gustaría asustarte. Solo quiero que ya no duela tanto y que pronto encuentre tranquilidad. Y en cuanto a ti, mi querida Diana: te deseo la más hermosa de las felicidades.

Las palabras sinceras, de un buen amigo y, por siempre, solo amigo.

Querida DianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora