Acaricia mi mejilla, pero yo hago mi rostro hacia otro lado, para evitar que me tocará.
—Por favor, suelta mis manos.—
—No.—dice gravemente para después salir de la habitación.
Intenté zafarme yo misma, pero no tuve suerte, menos con este horrible dolor.
Me quedé al fin un poco dormida, hasta que escuche la puerta abriese y abrí los ojos rápidamente.
—¿Cómo te sientes?—se acerca a la cama.
Dios, creo que nunca había mirado con tanto odio a alguien, pero ¿Como se atreve? Ignoré su pregunta y no contesté.
—Te pregunté que como te sientes, contesta mi malditas preguntas.—se acercó a mi rostro.
—¿Cómo quieres que me sienta después de que caí de las escaleras y me tiraste desde casi 2 metros?—dije mirándolo a los ojos.
—Mido uno con noventa, no dos metros, linda.—
—¿Y crees que es bueno caer desde esa altura?—
Se acerca cada vez más, pensé que me golpearía, o algo así, pero no con una navaja corto las cuerdas que ataban mis manos. Las baje rápidamente y las sobé.
—Gracias.—contesté y lo mire.
Él me miró confundió y luego me dio una pequeña sonrisa.
—¿Volverás a intentar escaparte?—se sienta a mi lado.
—Dame una razón para no irme.—dije a penas en un susurro, pero me escucho.
—No la tengo, pero no quiero que te vayas.—
—¿Por qué?—me levanté para después sentarme a su lado.
—No quiero estar solo. Lo estuve mucho tiempo, hasta que llegaste tú, te vi entrar por esa puerta hace varios meses, no sabía si te quedarías, pero si lo hacías, no te dejaría ir.—me mira.
—Puedo intentarlo.—suspire.
—¿De verdad?—note en seguida la emoción en sus ojos azulados, que era lo que más resaltaba de esa máscara.
—¿Pero con él muñeco?—lo mire esperando que su respuesta fuera sí.
—Puedes hacerlo conmigo.—baja su rostro con vergüenza.
No sé que me daba más miedo, el muñeco o él.
—Bien.—suspire—¿Que sigue ahora?—pregunté
mirando la hoja con las reglas.—Leer un libro.—dijo y tomo la hoja de reglas para después darmela.
—Bien, vamos.—me levanté y estiré mi mano para que la tomará, primero me miró dudoso, pero después la tomó.
Bajamos, y no pude evitar ver la puerta, pero al sentir su mano apretando la mía, olvide la puerta y fuimos a la pequeña biblioteca, que era su sala, pero llena de estantes con libros.
—¿Que quieres leer?—intenté soltar mi mano, pero él no me dejo, y deje de intentar.
—Tú elige.—me mira.
—Bien.—
Tomé el primer libro que vi, y después nos sentamos en el sofá, él no quería soltarme la mano, pero al ver qué no podría abrir si quiera el libro, me soltó, pero paso su brazo por mi hombro, recargando su grande brazo.
Comencé a leer, y de un momento a otro empezó a acariciar mi brazo con la yema de sus grandes dedos. Intente ignorlo, pero tiene unos dedos tan suaves.
Seguí leyendo, pude que hayan sido un par de horas, pero ni él ni yo estábamos aburridos, pero tuvimos que parar, porque se había hecho de noche.
—¿Quieres cenar algo?—lo mire y asiente con la cabeza.
Me levante para ir a la cocina y él me toma de la mano, para seguirme. Al parecer le gustó tomarme de la mano.
—¿Que se te antoja?—
—Nada muy elaborado, tengo mucha hambre.—dijo y lo mire con una pequeña mueca.
—Mmmm... Puedo darte un sándwich mientras preparó una pasta, ¿Te parece?—
—Sí.—
—Bien.—solte su mano.
Le hice un sándwich lo más rápido que pude, para después preparar la pasta. Lo mire y con su mirada entendí que quería que me volteara, con la máscara no podia comer.
Me volteo y empiezo a preparar la pasta.
Después de unos minutos supuse que ya había acabado, pero no volte a ver.—¿Por qué estás aquí?—preguntó mientras me vía cocinar.
Lo mire al fin.
—Quise tomar un descanso de la cuidad.—
—Pero si quieres vacaciones te vas a una playa o algo así, ¿No?—
—Tienes razón, pero quise que el descansó fuera permanente, o al menos hasta ahora es lo que quiero.—
Después de un rato que la cocina se había quedado en silencio decidí preguntar yo.
—¿Y tú por qué estás aquí?—
—Porque es mi casa.—
Quise reír, era en parte verdad, pero ya la había comprado yo.
—¿Pero por qué no te vas? Supongo que si no quieres estar solo...—me interrumpe.
—No quiero hablar de mi, no ahora.—nos miramos y asentí.
—Bien.—me senté a su lado mientras la pasta se cocinaba.
Hicimos contacto visual por un rato, él observaba cada parte de mi rostro, lo podía notar, porque sus ojos no se quedaban quietos.
—¿Puedo verte sin la máscara.—
—No.—dijo seriamente—Soy horrible sin ella.—se levanta de la mesa.
—No te vayas.—puse mi mano en su brazo—Entiendo si no te la quieres quitar.
El miedo que sentía hace un par de horas, ahora era mucho menos, él me hacía sentir relajada, me hacía no sentirme sola.
Él asiente y se vuelve a sentar.
—Tal vez algún día.—dice y le sonríe.
Pasamos otros minutos hablando, hasta que la pasta estaba lista. Le puse salsa de tomate arriba y un poco de carne. Puse los platos en la mesa, pero él no podía comer con la máscara.
—Quisiera comer contigo, linda.—
—Entiendo.—sonreí.
Se levanta y se va por la puerta de la cocina.
Empecé a comer, y cuando termine lave todo lo que había ensuciado, cuando termine él salió. Lavo su plato.
—Gracias, quedó muy rico.—dijo mientras secaba sus manos.
—De nada.—
ESTÁS LEYENDO
Corazón De Cristal Brahms Y Tú
Random¡Importante! En esta historia hay contenido sexual, violencia, lenguaje inapropiado. Si no te gusta, te recomiendo no leer. Esta historia es simple ficción, nada que ver con la vida real o cosas parecidas. ¡Muchas gracias por leer!