Lucid

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La puerta sonó con tres toques concisos, Jen caminó tranquila mientras dejaba su copa de vino en la mesa de centro que tenía en la sala. Cuando abrió la puerta se encontró a una Lisa algo inquieta que llevaba consigo una bolsa de comida.

Jennie la saludó con un beso en la mejilla.

—Hola. ¿Qué haces aquí tan tarde? —le ayudó con la bolsa que llevaba en las manos y la extranjera cerró la puerta detrás de sí, se quitó el abrigo y lo dejó en un sofá.

—Pues... le pedí a mi jefe unos cuantos días de vacaciones, estaba sola en mi apartamento y pensé que sería bueno tener una reunión de amigas, ya sabes, para pasar el tiempo —se sentó en el sofá, Kim regresó de la cocina con una copa y una botella de vino.

—Ya veo, así que vienes con bastante tiempo disponible —sirvió el líquido rojizo y se lo entregó a la menor, Lisa hizo una pequeña reverencia y dio un trago.

—Así es —habló con la voz tranquila.

Jennie alcanzó su propia copa y la rellenó, después probó un poco, dando un trago más largo que Lisa.

—¿Y qué quieres hacer? —se cruzó de piernas y movió la copa en círculos lentos, la pelinegra en cambio terminó su copa rápidamente, la dejó en la mesa de centro y jugó con sus dedos.

—No lo sé, hace mucho que no pasamos tiempo juntas —se pasó la mano por el cabello y suspiró.

Jennie terminó su copa de vino y sirvió un poco más, impresionando a la contraria, después dio un sorbo pequeño y su mirada profunda chocó con la de Lisa.

—Si te refieres a lo que pienso, entonces no te preocupes, aún no he perdido la práctica —guiñó un ojo, dejó la copa en la mesita y se puso de pie, entonces le ofreció una mano a la menor y esta la tomó, siguiendo a Jennie por un pasillo recto.

Entraron a la habitación de Jen, cerraron la puerta y Lisa se sentó en la orilla de la espaciosa cama, observando como la castaña sacaba una caja perfectamente cerrada de entre su ropa.

—¿A qué vienes dispuesta? —preguntó Jen cuando colocó la caja al lado de Lisa y la abrió, la chica fijó su mirada en los distintos objetos dentro, entre ellos se encontraba una soga gruesa, consoladores, vibradores, lubricante, vendas para los ojos, mordazas y un cinturón.

Lisa suspiró, pensando detenidamente qué era lo que realmente deseaba sentir sobre su cuerpo esa noche, al final después de tanto pensarlo llegó a una conclusión, tomó a Jennie por las manos y contestó.

—Empecemos con algo tranquilo, después quiero que suba la intensidad poco a poco y hoy quiero que me amarres —su voz firme hizo sonreír a la mayor, quien asintió a su petición.

Jennie dejó la caja sobre una mesa de noche y regresó para sentarse al lado de Lisa.

—Tus deseos son mis órdenes —acarició sus mejillas y ambas se acercaron para besarse, la tailandesa cerró los ojos, dejándose llevar.

Ambas, sin pensarlo mucho, volvieron el beso húmedo, sumando sus lenguas a la acción con un baile lento que ambas conocían perfectamente. Jennie sostuvo con fuerza la cintura de Lisa.

—Quítate toda la ropa —ordenó.

Lisa se puso de pie y acató la orden, comenzando a quitarse la ropa lentamente, Jennie hizo lo mismo y pronto ambas estaban desnudas, Jen volvió a sentarse y dio pequeñas palmadas sobre sus muslos.

—Ven, pequeña, siéntate —ordenó de nuevo, Lisa comenzó a sentir un hormigueo en todo su cuerpo por la expectativa, acompañado de un calor que pronto se instaló en su vientre.

Lucid | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora