Narrador protagonista
-¡Lola! ¡Andrea nos está esperando en el bar de aquí arriba! ¡Sal del agua que nos vamos!
Mi hermana salió del mar a toda pastilla, al oír del grito de mi padre, hacia nuestra sombrilla. Andrea siempre había sido su mejor amiga, y eso me gustaba. Mi hermana era tan humilde, al igual que esa chica. Ambas tenían 8 años, y llevaban juntas en el colegio desde que tenían uso de razón.
Habíamos venido a Conil a pasar una semana de vacaciones. Esto era tradición en nuestra familia, pues todos los veranos visitábamos Cádiz. Y este año había dado la casualidad que Andrea y sus padres estaban alojados en un camping cerca de la playa del Palmar, de donde estábamos, y como eran tan amigos de mi padre y de Bel, decidieron pasar su último día con nosotros.
Puse cara de pocos amigos cuando mi padre comenzó a recoger la sombrilla bajo la que yo me encontraba durmiendo. Sí, durmiendo a las 2 de la tarde, porque la noche de antes me la había pasado entera vomitando tras haber cenado más de la cuenta.
Vaya pánico le tengo a los vómitos.
-Levanta princesa –me dijo mi padre mientras metía la sombrilla en su plástico–, ¿te encuentras algo mejor?
Sonreí ante el llamado. Era su niña, siempre lo había sido y por eso lo amaba tanto. Era mi persona favorita y siempre iba a estar orgullosa de poder tener en mis manos al mejor padre del mundo.
-Sí, papá –mentí mientras me incorporaba haciendo muecas–, pero tengo mucha sed.
Odiaba preocupar a mi padre, por lo que decidí ocultar que el dolor estomacal fuera a acabar conmigo. El sol pegaba fuerte en mi piel ya enrojecida por no haberme echado crema esa mañana, pero sinceramente estaba tan agotada que solo quería tumbarme en la toalla y no levantarme.
Me coloqué el vestido azul corto de flores pequeñitas amarillas que Bel me había dejado esa mañana. Se me pegaba a la parte de arriba del bikini negro que llevaba mientras que por abajo era suelto, disimulando un poco el michelín que tenía en la barriga.
-Si quieres nos pedimos un tinto de verano con limón, que sé que te encanta.
Ambos dimos una carcajada a la vez que mi hermana se me acercaba y me daba un abrazo.
-¿Me dejarás probarlo, verdad Lena? –me susurró la pequeña de la familia para que papá no se enterara.
Será pillina.
-Claro que sí –sonreí–, pero no se lo digas a papá, que sabes que me asesinará lentamente con un cuchillo bien grande.
Nos reímos y fuimos caminando hacia el paseo marítimo, atravesando lentamente la arena de la playa para no morir de un achicharramiento.
-Ya las cojo yo –me dijo Bel mientras me mostraba las gafas de sol que mi padre le había comprado a un chaval que vendía en la playa, para mí–, que las has dejado tiradas en la toalla. Listilla.
La miré cómplice y nos dirigimos hacia el bar. Bel era como una madre para mí, aunque no lo fuera, solo lo era de Lola. Ambas compartíamos el mismo padre, pero diferentes madres. La mía estaba en Málaga, de dónde veníamos. Y afortunadamente después del divorcio, ambos habían conseguido llevarse medianamente bien. Simplemente para no hacerme sufrir, aunque eso pasó hace muchos años y yo apenas me enteré. Además, ya tengo 18 años. Y soy muy feliz y todo gracias a ellos.
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El portero
RomanceDesde el primer momento que lo vio vestido de negro y con el ceño fruncido asesinando con la mirada a todo el que pasaba por su lado sabía que iba a tener problemas. Ya sintió algo extraño cuando lo conoció meses atrás, pero eso era historia. Esta i...