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BOMBONES «CORRE, QUE ES UN VAGO»

4 tazas de azúcar glas

3 tazas de pepitas de chocolate semidulce

2 cucharadas soperas de manteca

1 taza de pacanas o nueces molidas

1/2  taza + 2 cucharadas soperas de leche condensada

1/4  de taza de mantequilla derretida

POV LISA.

—Entonces, ¿cuánto crees que puedes abrir la boca?.—El chico a medio afeitar que estaba sentado frente a mí me sonrió y se lamió los labios—. Tengo algo muy grueso que enseñarte cuando hayamos acabado con esto. Si te interesa probarlo, claro está…

¡Bip! ¡Bip! ¡Bip!

—¡Bien, hora de cambiar!.—La encargada de cronometrar las citas rápidas apagó la alarma justo a tiempo y me salvó del noveno fiasco de la noche.

Me cambié de sitio de inmediato y ni me molesté en responder a la pregunta de ese imbécil.

Me senté a la mesa que había junto a la chimenea, delante de un hombre al que había estado controlando desde que empezara la sesión.

Era el único chico de la sala que no llevaba un jersey de esos horrorosos de Navidad tan típicos aquí, en Cedar Falls, Colorado.

Llevaba un traje negro y gris, y había traído un ramo de rosas rojas, una para cada una de las mujeres que habían acudido esa noche.

En cuanto todas y cada una de mis citas comenzaban a torcerse, yo echaba un vistazo a su pelo corto y oscuro, sus ojos de color almendra y su sonrisa contagiosa.

Parece demasiado perfecto…

—¡Atención, cinco segundos hasta que vuelva a activar el cronómetro!.—dijo la encargada del cronómetro justo cuando me senté—. ¡Y… allá vamos!

—Buenas noches.—saludó Don Perfecto, para después ofrecerme una rosa—. Soy Kevin.

—Lalisa. —Me sonrojé cuando sus dedos rozaron los míos—. ¿Eres nuevo en Cedar Falls?

—Se puede decir que sí. Solo llevo aquí unos cinco meses. Vivo en la parte sur, la más turística. ¿Y qué hay de ti?

—Yo nací y crecí aquí. —Me di cuenta de que la rosa era falsa, estaba hecha de papel barato—. Me marché para ir a la universidad y a la escuela de cocina, pero después volví para abrir mi propio negocio.

—¿Tienes un negocio? ¿Qué tipo de negocio?

Sonreí y me recordé en silencio que debía ser breve, porque era capaz de recitar poesía cuando empezaba a hablar de mi pastelería.

—Bueno, se llama «Dulce Perfección», y es…

—Me gustan las mujeres independientes —me interrumpió —. Las mujeres que pueden pagarse sus facturas y encargarse de las cosas ellas solas. Es bastante impresionante.

—Gracias… —No estaba segura de si debía retomar la conversación por donde la había dejado o no.

Una camarera dejó dos tazas de chocolate caliente frente a nosotros, y después de que ambos tomamos un sorbo, Don Perfecto me indicó que continuara con un gesto.

—Bueno, como iba diciendo, se llama «Dulce Perfección», y lo dirijo desde hace dos años.

—Eso es bastante impresionante, Lalisa. ¿Vives sola?

Dulce perfección Donde viven las historias. Descúbrelo ahora