Prólogo (Nora)

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Solo tenía cuatro años cuando mis padres se divorciaron él se fue a vivir a Buenos Aires, Argentina, y yo me quede con mi madre en la que ha sido mi hogar desde que tengo uso de razón, Barcelona.

Mi madre nunca me explico el motivo del divorcio, ya que Jules Evans era un tema tabú en nuestra familia.

Los primeros tres años al divorcio, recibí cartas de él que nunca le mostré a mi madre por miedo a que me las quitara. Me las guardaba para cuando supiese leer. Recuerdo que cada día revisaba el buzón, y cuando recibía uno de esos sobres rosas con purpurina el corazón me latía tan fuerte que me hacía daño.

Los abría, las olía, las inspeccionaba y las volvía a meter en el sobre.

Nunca llegue a escribir ninguna carta para él. ¿Por qué no lo hice? Ni yo tenía una respuesta clara.

Partir de los siete años, solo recibía una carta al año. Por mi cumpleaños.
Las fiestas estaban bien, los regalos, la tarta, me gustaban mucho pero no tanto como recibir una carta de mi padre.

Con el tiempo las cartas dejaron de llegar, y desde entonces todo fue a peor.
Mi madre encontró lo que me había provocado la más infinita alegría y para ella la más ínfima. Estoy segura de que siempre recordaré como mi mundo se vino abajo cuando las quemo, y solo quedaron sonrisas e ilusión hechas cenizas.

Que equivocada estaba.

El Camino Hasta TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora