We're the same

186 18 8
                                    

— ¡Ya llegué, amor!

Terzo hace su espectáculo habitual en la entrada de la puerta, pateando a un lado sus zapatos y dejando la mitra en un mueble no muy lejano ni oculto. Mira el pasillo en dirección la habitación que comparte con el cardenal en busca del hombre en sí, frunciendo ligeramente el ceño al no obtener respuesta.

— Pregunté por ti en la hora de almuerzo pero nadie estaba muy seguro de dónde estabas. Mist dijo que te fuiste tan pronto terminaste tu trabajo y, no sé, pensé en que no habría problema en dejar un poco más de cosas para mañana así salía más temprano hoy también para a ver cómo estabas — habla mientras se quita la casulla por sobre la cabeza y la cuelga junto a la humilde colección de sombreros del Copia, nada más que la birreta y un sombrero que la Hermana Imperator le regaló para su cumpleaños.

Suspira cuando se deshizo de sus prendas de trabajo, caminando silenciosamente en busca de su pareja. No es un lugar grande así que no tardará mucho en encontrarlo sin embargo el silencio le preocupa un poco. Revisa la sala, la cocina y cuando va a la habitación se da cuenta de que la puerta está cerrada pero que adentro se escucha el ruido de la televisión.

Abre la puerta con lentitud, reconociendo la silueta de Copia encima de la cama; lo hace sonreír un poco mientras termina de abrir la puerta. Parece dormido y Terzo no tiene muchas intenciones de despertarlo, así que sigue su camino en dirección al baño.

También estaba cerrada, lo cual es un problema porque tiende a trabarse. El joven Emérito maldice en silencio pero empuja con su cuerpo la puerta hasta que cede, y por supuesto que chilla cuando cede. Se queda quieto hasta que el volumen de la televisión vuelva a ser el único ruido del lugar y cuando gira a ver a Copia para asegurarse de que no lo ha despertado lo encuentra mirando en su dirección. Terzo sisea otra maldición para sí mismo.

— Buenas tardes, bonito. ¿Cómo estás? — pregunta Terzo sin mayor remedio, si lo despertó al menos pueden charlar ahora.

Copia se estira en la cama, quejumbroso como de costumbre, hasta volver a quedar hecho bolita pero ahora mirándolo desde la cama. Tiene una manta oscura y cálida sobre su cuerpo.

— No tan bien. Tuve que terminar más temprano que de costumbre — Copia suena constipado mientras habla.

Terzo asiente con una pequeña mueca. Abre la canilla para lavarse las manos mientras mira su reflejo en el espejo. Nada fuera de lo habitual en sí mismo. Peina su cabello hacia un lado, luego al otro y al final se decide por dejarlo hacia atrás con ayuda del agua aunque no durará mucho.

— ¿Es estrés? ¿problemas con alguien? ¿o hay algo más? Si quieres decirme, claro — entona de forma afectuosa mientras le devuelve la mirada por algunos segundos. Desabrocha sus pantalones para librar la presión de su vientre y luego se sienta en el wc. Tienen ese tipo de confianza así que realmente no se molesta en cerrar la puerta.

— Ninguno de los dos. Es más como… Uh, cosas. Sólo cosas. Nada nuevo.

Se conforma con eso. De todas maneras no va a presionarlo en lo absoluto, cuando quiera decirlo lo hará. El Emérito hace lo suyo con calma, vuelve a lavarse las manos y cuando busca la toalla para secarse falla en encontrarla. Busca sobre el tubo de la bañera y en su lugar encuentra unos calzoncillos oscuros húmedos colgando. Luego en su mente todo hace click.

— Te llegó, ¿no es así? — pregunta cautelosamente, mirando al hombre en la cama mientras decide limpiarse las manos en el pantalón.

Copia lo mira con los ojos brillantes por las lágrimas antes de asentir y hundir su rostro contra la almohada. Terzo chasquea la lengua y sube a la cama para acurrucarse con él, acomplando su cuerpo detrás del de Copia a la par que cruza un brazo por encima de su cadera para abrazarlo.

— Éstas cosas toman su tiempo, amor. Por más que queramos no podemos pasar del delgado Steve Rogers al jodido Capitán América de la noche a la mañana — murmura Terzo junto a un puchero. Besa el cabello de su pareja de forma melosa para darle consuelo.

— Es el quinto mes. Ya debería haberse detenido pero sigue llegando cada mes, T — balbucea Copia todavía con la cara contra la almohada —. Estaba tranquilo hoy en mi oficina y de repente sentí que me desgarraban a la mitad. Tuve que correr a buscar toallitas pero de todas maneras fue tarde, manché todo. Ni siquiera debía llegar estos días...

Los sollozos de Copia son tan silenciosos que el Emérito tarda en que empieza a llorar hasta que su cuerpo tiembla debajo suyo.

— Sé que es frustrante pero no tenemos que tener más que paciencia para estas cosas. Todavía estás en el rango de tiempo antes de que el periodo cese y sabes que nada de eso te hace menos hombre, vida mía.

— Pero duele... — Copia se mueve entre sus brazos hasta poder verlo. De cerca es más evidente que había estado llorando por un rato, lo cual le da una punzada de dolor a Terzo. Con cuidado, el Emérito limpia sus lágrimas.

— Sé que lo hace — murmura dándole un beso en la mejilla —. El mío dolía también. Ni siquiera quería salir de la cama esa semana. Sólo tenemos que tener paciencia y un día sin darte cuenta te olvidarás de éstas cosas. No estás solo en esto, Copia.

El cardenal asiente y se acuesta sobre su espalda con una mueca. Terzo recuerda la sensación de calambres en su propio abdomen y se acurruca un poco más con el otro hombre. Han sido años ya en testosterona para él así que todos los cambios de la transición ya están establecidos, Copia a penas está empezando y ciertamente no puede culparlo por querer que todo sea más rápido, él mismo estaba ansioso por dejar el tono chillón que su estúpido cuerpo le había dado.

— ¿Probaste algo caliente en la zona? — pregunta Terzo acariciando las mejillas de Copia con su nariz.

— Sólo la manta — murmura Copia en respuesta con los ojos cerrados.

— Déjame probar algo.

Terzo mueve su mano discretamente hasta el abdomen ajeno, aparta la ropa y apoya su palma directamente contra la piel, devolviendo luego la ropa a su lugar. Presiona ligeramente sobre el lugar, sintiendo la piel erizarse bajo su tacto.

— Estás frío — Copia hace una nueva mueca mientras ahora lo mira. Terzo suelta una pequeña risa.

— Es porque me lavé las manos. Dale un tiempo, amor.

Junto con un suspiro Copia asiente y vuelve a cerrar sus ojos. Luego de un rato, cuando su mano ya logró calentarse, su rostro luce relajado al fin.

— ¿Mejor? — pregunta en un susurro de forma tentativa.

— Mucho mejor — Copia suelta una pequeña risa mientras asiente. Su mano busca el rostro de Terzo, tomándolo por la barbilla para acercarlo y darle un beso en los labios —. Gracias.

— Nada de eso. Sólo cumplo mi labor aquí.

— ¿Ser una almohadilla térmica humana?

— Tal vez. Me inclinaba más a la opción de “pareja” pero supongo que puedo ser los dos a la vez — Ahora es Terzo quien ríe, devolviéndole el beso —. No iba a dejarte sufrir solo aquí. No en mi guardia.

— Te amo — Copia murmura sobre sus labios, interrumpiendo su discurso. Las esquinas de sus ojos se arrugan cuando sonríe, al igual que las de Terzo lo hacen —. Y gracias, en serio.

— Es mi placer. Y también te amo, en serio.

I'll Be Your Mirror;; Copiiia [T4T] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora