nine

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— Entonces... ¿no te gusta ni un poquito el bosterito?

— No Enzo, basta. — pedía Agustín.

— Es que tienen una química la verdad.

— Rodrigo tiene razón. — apoyaba Matías.

— Se lo venimos diciendo desde hace un montón. — contó Luka.

— Hay momentos en la vida en los que tenes que cerrar el orto. — Giay se dirigió a Romero.

— Bueno che. No peleen. — rogó Soule.

— No nos vayamos de tema. — pidió el de pelo largo divertido. — Te gusta Valen.

— Y no fue una pregunta.

— Enzo, ¿podes dejar al pobre chico en paz?

— Es que le gusta el bostero Juli. — dijo mientras tomaba un sorbo del mate.

— Basta, no dale. Están rompiendo las pelotas hace treinta años con eso, los huevos llenos me tienen con Valentín.

— El te quiere chupar los huevos. — susurró Luka a Infantino.

Agustín lo miro de la manera más despreciable existente, y si se preguntan por qué Valen no estaba con ellos... Es simple, jugaba Boca, y Barco no se lo pierde ni cagando. Por ende, estaba en la habitación con la televisión prendida en Tyc Sports.

— Me voy.

— Se va a ver al novio. — gritó Otamendi.

— ¡Eh! ¡Dejen de joder! — por primera vez, Messi y Scaloni se metieron en la conversación.

— Claro, chicos, yo les dije que paren. — todos se empezaron a reír ante lo dicho por De Paul.

— Si a mí me gusta Valen, a vos te gusta Messi.

— Orgulloso te digo que si, me encanta. — lo desafió el mayor. — Igual, ¿a quien no le gusta Messi?

El jugador de San Lorenzo suspiró y tomó sus cosas, dispuesto a irse.

Al abrir la puerta se encontró con un panorama que definitivamente no esperaba.

Valen estaba llorando. Alerta.

¿Valen? — se quiso acercar lentamente a la cama. — ¿Que pasó?

— Na...Nada. — se limpió las lágrimas.

— ¿Queres que hable con Masche?

Negó con la cabeza.

Ante la respuesta, Giay hizo un amague de volver a irse, ya que pensó que el Colorido quería estar solo.

— Igual... no te vayas, quedate acá. — el colorado señaló un lugar a su lado.

El capitán sonrió y gustoso, camino nuevamente hacia el lugar y apoyó su cabeza y espalda en el respaldo.
Sintió un peso sobre su hombro, y era Valentín, que sin dudarlo se había tapado y apoyado en el hombro del número cuatro.

— ¿Puedo preguntar por qué estas llorando? — cuestionó mientras le acariciaba el pelo.

— Los relatores están diciendo que Boca juega mejor sin mi.

Agustín suspiró. Siempre los relatores.

— ¿Que les hice para que me odien así? — sollozaba.

— Eu no, no hiciste nada malo. Vos tenes que estar tranquilo, ellos hablan porque te tienen envidia.

— ¿Envidia de que? Si no tengo nada especial ni de otro mundo.

— Valen, sos una persona totalmente especial. Si hablamos de lo futbolístico te puedo decir que tenes una muy buena distribución, sabes cuándo y a quien darle el pase para el gol, no todos lo tienen. — tomó aire. — Y como persona, sos perfecto. Tenes un pelo que se distingue de acá a ochenta metros, unas pequitas hermosas que combinan muy bien con tu cara y unos ojos que hipnotizan. Y si ninguno de esos pelotudos se da cuenta de lo perfecto que sos es porque el problema son ellos.

— ¿Posta pensas eso? — Valentín se acercó.

— ¿Lo dudas? — negó. — Entonces ni preguntes.

Podían sentir la respiración del otro, el colorado sobre su frente, y el de San Lorenzo en su cuello.

Se sentaron enfrentados, no atreviéndose a desviar la mirada. Lo tomó suavemente del mentón, obligando a que tenga que levantar su cuello.

Acercó la boca a su oreja y susurró:

— Te amo.

— Yo también te amo. — correspondió el otro.

— ¿Te puedo besar?

— ¿Lo dudas? — el mayor negó. — Entonces ni preguntes.

Una sonrisa ladina y orgullosa salió de sus labios, mientras sentía como se iba acercando más y más.

Hasta que sus labios chocaron, el aliento a menta de ambos se mezclaba, sus lenguas se tocaban, haciendo que escaparan breves gemidos.

El colorado con las manos en su cuello, mientras que Giay se encargaba de quitarle la remera.

Pero no.

— Para. — sollozó el menor.

— ¿Que pasó? — Agustín soltó el agarre por preocupación. — ¿Fui muy rápido?

— No, no es tu culpa.

— ¿Y entonces?

Podría decirle, podría decirle que no quería que le vea los huesos marcados por la cantidad de veces que había dejado de comer. Al principio se sintió contento por los cambios, luego se volvió un hábito y después, una obsesión.

Una obsesión por tener todo controlado y que nada salga de su lugar, no podía comer más, no podía comer menos. Solo lo suficiente para mantenerse de pie durante el día, pero no más.
Había entrado en un círculo vicioso, el cual lo había hecho perderse a él mismo. Ya no sonreía, no tenía razones para hacerlo.

"Pero decile" su misma conciencia presionaba su mente, exigiendo que diga la verdad por una vez en su vida, no lo había hecho antes. Pero de igual manera nunca es tarde, siempre hay algo por hacer, esa era la única razón por la cual Valentín todavía no se había suicidado, pero si cortado, porque siempre algo se puede hacer.

Y el no lo estaba haciendo.

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Buenass, espero que anden bien.

Acá el capítulo y perdón por la actualización tan lenta.

Tini.

por sobre todo lo malo | gialenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora