Cuando una tiene 13 años y sus padres se están divorciando, solo tiene dos opciones: o dejarse llevar por la tristeza, la desesperación y depresión, o enamorarse locamente de un chico y olvidarse de los problemas de sus padres.
Yo no era del tipo depresivo, así que una mañana, después de pasarme media noche en vela escuchándolos discutir hasta que finalmente mi madre entro a mi habitación y llorando se acostó a mi lado; me levanté con una idea en la mente. Ese día iba a enamorarme del primer chico que viera, lo necesitaba, no podía vivir en medio de tantos problemas sin tener un desahogo.
Mientras me bañaba y vestía, iba cocinando la idea, imaginando las posibilidades, tratando de recordar los rostros de los chicos de la escuela, en los que antes no me interesaba gran cosa, pensando en cual podría ser el mejor novio para mí. Entonces, me imaginé que quizá estaba siendo muy egoísta al pensar en seleccionarlos así... a ellos también tenía que gustarles yo, sino la cosa no iba a funcionar... y yo quería que funcionara.
Me pase un rato mirándome al espejo, analizando mis facciones y buscando las cosas que tenía a favor e intentando esconder las ojeras con maquillaje que le robe a mi madre. Si ella tenía la culpa por mis ojeras, bien podía robarle un poco de su preciado maquillaje, no? Después de un rato, decidí que mi punto fuerte era mi cabello, largo ondulado y de color negro brillante. Eso además de mis ojos azules, herencia de algún pariente lejano, que yo jamás conocí.
De camino al colegio, en silencio en el coche de mi padre, seguía idealizando a mi futuro novio. Cualquier cosa con tal de no mirar a mi padre, que se veía muy mal e intentaba, sin éxito, iniciar una conversación conmigo:
-¿Cómo te va en la escuela? -me preguntó con una sonrisa tan fingida que ni él se la creía.
-Bien.-contesté rápidamente, para acabar con el interrogatorio, sin dejar de mirar por la ventana. No hubo más intentos de conversación. Ni una palabra hasta que llegamos a mi escuela y me bajé rápidamente del coche, sin decir adiós.
No se sí estaba molesta con él o era solo que me dolía tanto su situación con mi madre que no quería enfrentarlo más. Tenía que dejar de intentar solucionar sus problemas y concentrarme en MI vida, ya que eso era lo único que tendría para siempre. El único problema era que yo no tenía una vida muy interesante fuera de mi casa y desde hacía un año mi casa ya no era nada interesante. No desde que empezaron las peleas. No desde que mi madre llegaba llorando a mi cama casi todas las noches. No desde que mi padre se pasaba los fines de semana fuera de casa. No, eso no tenía nada de interesante. Esa no era la vida que yo quería vivir.
Yo quería una vida feliz, donde igual que mis amigas, mis padres estuvieran bien y yo pudiera dedicarme a coquetear con los chicos de mi edad, o solo a hablar de ellos, y poder tener novio, poder tener esperanzas de seguridad en una vida futura. No esto que tenía. Y esa mañana me di cuenta que si yo quería algo, tenía que ir por ello.
Nunca antes la escuela me pareció tan distinta como esa mañana. No había cambiado nada, solo que yo lo veía todo con otros ojos.
No sabía casi nada de chicos ni mucho menos de noviazgos, ni de coqueteos ni de nada. Antes de hoy no me había interesado en ello. Pero ahí estaban las señales por todos lados, las miradas, los saludos, las sonrisitas apenadas... solo había que mirar. Y a eso me dedicaría primero, a mirar, a aprender... y a escuchar a las otras chicas, amigas mías de algún modo, con más atención cuando hablaban de chicos, para enterarme de cuales eran los más interesantes.
En toda escuela siempre hay un par de chicos que tiene la suerte de gustar a muchas chicas, algunos se aprovechan de eso, otros son muy tímidos y se hacen los difíciles. Yo no sabía que tipo de chico me gustaba, porque la verdad era que nunca me había fijado en ellos. Así que además de escuchar y mirar, me propuse observarlos a ellos. Todo el chico que pasaba por mi camino era analizado y evaluado... sí, esto que hacía era cruel con algunos, porque en un primer vistazo no se puede apreciar más que el exterior, pero entonces yo no lo sabía.
Así como tenía alguna amiga, también tenía amigos, si a los compañeros de clase se les podía llamar amigos. Y también estaba Lucas. Lucas era mi vecino, jugábamos juntos desde que él tenía 3 años y yo 2, pues nos conocimos en su fiesta de cumpleaños. Sus padres nos invitaron el mismo día, ya que mis padres y yo nos mudamos a la casa de al lado un día antes. Fue pura cortesía, pero para mí fue el inicio de una amistad de toda la vida. De toda mi vida... hasta hacia poco.
Lucas y yo habíamos discutido porque el quería consolarme por los problemas con mis padres y yo me negué rotundamente a que me tuviera lastima. Eso fue hace dos semanas y desde entonces, no nos hablábamos. En la escuela, solo nos mirábamos. Bueno, él me miraba, pues yo al notar su mirada llena de lástima por mí, le volteaba la cara. Lucas era demasiado dulce para comprender los problemas por los que yo pasaba. ¿No podía solo ser mi amigo en vez de meterse con los líos de mis padres? ¡Como si al tener un año más que yo, ya supiera todo de la vida!
Supongo que al no tener a Lucas en mi vida, fue lo que, en parte, me hizo aún más insoportable lo de mis padres. Y me hizo sentir realmente sola. Bueno, pues hoy había decidido no estar sola por mucho tiempo más. Hoy iba a conseguirme novio.
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A los Trece
Short StoryA LOS TRECE A los trece, la vida comienza. a los trece, la vida puede terminar mal a los trece, una mala decisión puede alejarte de lo que realmente quieres pero A los trece, no sabes que es lo que quieres. Y yo no lo sé. Mis padres discuten todo el...