18 Años

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- ¿Y qué tal el trabajo? - pregunto una rubia de unos 36 años, mientras tomaba un pequeño sorbo a su copa de vino tinto. Mientras unos pequeños rayos de sol de lo que quedaba del atardecer, atravesaban el ventanal del restaurante, y eso causaba que los cabellos sueltos de la rubia se vieran como hilos de oro. Eso causo que la mirada del rubio se distrajera, pero inmediatamente volvió en si y contesto la pregunta.

-muy bien, gracias. De hecho, me aceptaron un proyecto hace poco. – mientras el chico de unos 36 años también, le daba un bocado a su carne.

En eso Helga recordó que Arnold desde la secundaria le contaba que quería estudiar arquitectura. Ya que después de regresar de su primer viaje a San Lorenzo le había contado que había quedado fascinado con la arquitectura de los ojos verdes. Helga sonrió ante ese recuerdo.

-pues – Helga guardo un momento silencio para volver a tomar su copa de vino, y luego levantarla cerca de en medio de la mesa. – salud por eso – Arnold sonrió y la secundo en levantar su copa de vino.

-salud – y luego ambos tomaron poco de vino. Luego Helga prosiguió con la plática.

-es increíble que hayan pasado tantos años- decía mientras observaba con la mirada fija el interior de su copa.

-sí, para mí también es algo sorprendente los años que dejamos pasar. - el volteo su mirada hacia el ventanal, notando que el cielo ya había cambiado de un tono anaranjado a uno azul oscuro y se vislumbraban las primeras estrellas en el cielo. – éramos muy inmaduros y entendíamos poco.

- cuanta sabiduría hay en esas palabras – Helga le sonrió dulcemente, al mismo momento que Arnold volteaba a verla de nuevo y le sonrío de la misma forma. – lo bueno es que estos años nos hicieron tropezar para comprender mas la vida y guiarnos por un camino, que posiblemente no es correcto, pero estoy segura que nos hace feliz.

Arnold seguía sonriendo. Helga prosiguió con la plática.

-cuando teníamos 18, yo la verdad, no sabía que quería de mi vida. Jamás se me paso por la mente que todos estos años de aprendizaje y tropiezos me iban a llevar a donde ahorita estoy. – guardo un poco de silencio, y observo como Arnold jugaba un poco con su anillo de casado, Helga sonrió y prosiguió con la plática. – ¿tú te hubieras imagino, que "yo" estaría en el puesto de trabajo en el que estoy ahorita? Ja – dijo un poco alzando la voz y con un tono de alegría. – ¡editora de una revista de modas! – volvió a alzar un poco la voz, como si ella no diera credibilidad a lo que decía, y tiene que gritarlo para que ella misma se lo crea. Arnold empezó a reír.

-la verdad, no. – le sonrió – pensé que querías ser fotógrafa o escribir poesía.

-la verdad, cuando tú ya no estabas - ahora ella volteo a ver la ventana, donde vio pasar a los transeúntes. – Bob jamás me apoyo en lo que yo quería. – se le notaba un toque de tristeza en su tono de voz. – y Miriam, nunca supo apoyarme. Siempre hizo lo que mi padre quiso.

- lamento escuchar eso. - Arnold la miro triste y a la vez dulcemente.

-naah, no te preocupes. – Helga lo volvió a mirar y le sonrió. - cuando pude, mande a Bobo al diablo y deje de hacerle caso. Así que por favor – lo señalo - quítame esa mirada de perro triste

-bien.- Arnold levanto sus manos en forma de rendición, después de ser señalado.

Guardaron unos segundos silencios, ambos no dijeron nada, mientras ponían en claro sus pensamientos.

-lo siento. - volvió a ser Helga la que hablo primero, y lo vio con una mirada triste, pero le brindo una sonrisa dulce. Arnold abrió los ojos sorprendidos.

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