Único

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— N-No ahí... —

Gimió cubriendo su boca con sus manos.

— E-Espera, nos pueden pillar boludo — regañó entre pesados jadeos, su respiración entrecortada y su clavícula tensa aumentan la sensual vista del rubio para los ojos del varón encimado.

Ahogó un chillido en la almohada cuando sintió esos largos dedos chocar más rápido contra su próstata. Su cuerpo estaba tan sensible que el solo contacto de las grandes manos del cenizo lo hacía retorcer cual gusano y temblar sus piernas adormecidas. La sensación era tan parecida a cuando la hoja del cuchillo frío tocaba su piel cálida, esa sensación de escalofríos era tan extraña como placentera. Su cabello corto y rubio estaba tan desordenado con puntas de un lado a otro, su cuerpo tan bendito hecho un desastre sobre esa cómoda cama, su rostro apolíneo reflejando la tortura carnal, sus mejillas arreboladas, su respingona nariz brillosa, sus ojos dilatados y cristalinos de lágrimas, sus labios tan rojos de morder para callar sus indecorosos sonidos.

Tan perfecto y frágil. Su cuerpo menudo y delgado es tan atrayente con los dotes finos que posee, tan precario y sublime ante sus ojos que se embriaga de solo verlo y sentir su calidez.

Adora cada centímetro de su cuerpo, adora como su cuello es delgado y se marca la clavícula, y adora más cuando lo besa y se moldea a él; ama cada centímetro y las imperfecciones de ese cuerpo, se vuelve loco por esos pequeños botones que solo él fue quien los corrompió a ser dependientes por su contacto, ama cada marca y cada lunar que adorna la piel pálida del rubio. Solo el verlo desnudo hace reaccionar a su cuerpo como un animal en celo por su hembra. Pero en ese caso sería por otro macho, uno muy lindo y cautivador que lo hechiza con su dócil mirada.

El cenizo movió su dedos buscando con su otra mano el elástico de su propia ropa interior para agarrar su pene y masajear toda la base y acariciar con su pulgar la uretra, tan fascinado y embobado con la sensibilidad del menor, jadeó contra el vientre plano y suave del rubio, sintió como esa zona se contrajo por su respiración caliente, besaba con gula la piel del vientre, agarrando entre sus dientes pequeñas porciones de piel y tirarlas hasta donde pudiese, sin lastimar al menor que solo enloquecía por sus atenciones.

El cenizo tenía las delgadas piernas del rubio apoyadas en sus hombros, aprovechando la vista pornográfica del contrario, sus dedos entraban y salían húmedos de los lubricantes mezclados, el sonido de chapoteos hacían que su imaginación vuele ante las mil y una forma de intimidar con el menor.

Se agachó para acercar sus rostros y besar los esponjosos labios del rubio, escuchando sus gemidos ahogados y sintiendo las vibraciones que hacía en medio del beso. Los delgados brazos del menor rozaron sus hombros y retiró sus dedos del interior, escuchando un gemido de protesta, entre sus manos apretó las muñecas del rubio contra el colchón, reteniendo cualquier movimiento de ellas, su miembro duro y goteante estaba libre de cualquier ropa, bajó la mirada y trató de acomodar la punta de su miembro contra el estrecho agujero húmedo del otro chico. El suspiro pesado del otro llegó a sus oídos e hizo que de una embestida, sintió como se estremecía por esa acción y gemía arqueando la espalda por el cosquilleo repentino que sintió por esa acción, pero para su decepción no logró penetrar el interior, su pene erecto resbaló entre las nalgas y se frotaba en ambas mejillas. La fricción es deliciosa, tanto que no tenía planeado parar su ritmo y proseguir con sus falsas embestidas, ambos mojando sus partes íntimas de las sustancias.

— N-No...— tembló el rubio después de jadear.

Su cuerpo parecía una gelatina y sentía cada parte adormecida, mover un poco era como sentir un hormigueo recorrer todo su cuerpo desplomado.

Joder que le fascina y encanta intimidar con su novio y "amigo" a ojos de la madre del cenizo, su cuerpo y mente se someten a lo varonil y robusto que es, pero tampoco puede evitar querer domarlo y montarlo para demostrar que también puede dominar, más no ser activo. Aveces odia como su cuerpo le reacciona a los descarados toques ocultos en supuestas caricias, aveces trata de contener a su cuerpo cuando automáticamente reconoce las atrevidas caricias que lo guían a la lujúria.

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