05| Desvíos Inesperados

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—Recuérdame, ¿por qué estoy aquí? —pregunto a Lucía, quien me mira enfadada. 

Estaba en la oficina, pero me llamó para asegurarse de que realmente viniera a la reunión y ahora estoy en el estacionamiento de la escuela de Amy.

—Porque es la primera reunión de padres y es tu deber asistir —responde, aparentemente cansada de la conversación—. Eda, asume tu responsabilidad. Nos vemos en casa.

No espera a que responda y corta la videollamada. Sin muchas opciones, decido ponerme a buscar el salón, ya que de por sí iba tarde y por estar discutiendo con Lucía me demoré aún más.

Camino buscando el salón donde se va a realizar la reunión, y no es muy difícil de encontrar, porque tiene una decoración muy llamativa. Entro en silencio, pues la reunión ya había comenzado. Reviso mi reloj y noto que llevo cuarenta minutos de retraso.

—Muy bien, mamitas, damos por finalizada la reunión —informa la maestra después de casi veinte minutos, con un tono dulce pero algo chillón para mi gusto.

Esta ha sido la reunión más corta de mi vida y lo agradezco. Me levanto del asiento, lista para irme, cuando una voz me detiene.

—Señora Montenegro, me gustaría hablar con usted —dice la profesora.

Al escuchar el "señora", me siento ofendida. Sé que cuido a una niña de cinco años y que pronto voy a cumplir veinticinco, pero no creo verme tan mayor.

—Si es por la tardanza, le pido disculpas.

Retrocedo hasta llegar a donde está la profesora; ella está sentada en una de las sillas libres.

—No es por eso, aunque me gustaría que la próxima vez llegue a tiempo —ella sonríe.

—Lo tendré en cuenta, pero dígame de qué quiere hablar.

—¿Se ha dado cuenta de que Amy es una niña muy independiente? —pregunta, y la miro sin saber qué responder en ese momento— Además, está más adelantada que sus compañeros a pesar de que nunca fue a un colegio.

—Bueno, dentro de casa le enseñé lo mejor posible. Siempre la dejé ser libre para que pudiera explorar y tomar sus propias decisiones.

—Eso es algo admirable de su parte —responde, aunque no sé por qué siento que miente—. Pero el no dejar que su hija conviva con otros niños ha hecho que le cueste socializar con niños de su edad.

Sabía hacia dónde iba esta conversación y no me estaba gustando, porque durante bastante tiempo estuve recibiendo críticas sobre el tipo de educación que le estaba dando a Amy. Cuando estoy a punto de responderle, mi móvil empieza a sonar y veo que es Lucía.

—Muy bien, hablaré con ella —me levanto de la silla indicándole que debo irme—. Pero le recuerdo que esta es la primera semana de clases y está en proceso de adaptación. Espero contar con su ayuda dentro del aula.

—Claro que cuente con mi ayuda.

—Que tenga un buen día.

Con eso me despido y salgo del aula mientras el móvil seguía sonando y por la insistencia me imagino que debe ser un problema, así que respondo.

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