El susurro del viento entre los árboles siempre me ha parecido más comprensible que las palabras que se escapan de los labios de las personas. Me he perdido en los murmullos de las hojas desde que tengo memoria, buscando refugio en la tranquilidad que encuentro en la naturaleza.
Era un día como cualquier otro en Willowbrook, con su rutina familiar y su calma constante. Las aulas de la escuela rebosaban de conversaciones, risas y emociones, todas ellas vibrando en una frecuencia a la que todavía no he encontrado sintonía. Soy Noah, un chico de 18 años, estudiante, y soy un espectador silencioso en un mundo lleno de ruidos.
Mi refugio era el rincón al final del pasillo de la biblioteca, donde las páginas de los libros me hablaban en un lenguaje que podía entender. Las historias no juzgan, no exigen, solo se despliegan ante mis ojos en palabras impresas que se convierten en amigos silenciosos.
El día fluía como de costumbre, una coreografía predecible de pasos y giros, hasta que algo cambió. Un nuevo capítulo se reveló en mi historia silenciosa cuando el profesor anunció que habría un proyecto en parejas. Mis compañeros empezaron a hacer grupos con risas y entusiasmo, pero yo me encuentraba en mi asiento, sintiendo el pulso rápido de mi corazón.
Un escalofrío recorría mi espalda mientras veía cómo los grupos se formaban a mi alrededor, dejándome solo en medio del aula. La ansiedad se apoderó de mí, pero respiré hondo, tratando de mantener la calma. Sin embargo, justo cuando pensaba que iba a enfrentar ese desafío en solitario, una figura se deslizó en el asiento junto al mío.
El chico que tomó asiento a mi lado parecía tranquilo y seguro de sí mismo, en marcado contraste con mi propia incomodidad. Tenía un aire relajado, como si la idea de trabajar con alguien en ese proyecto no le preocupara en absoluto.
—Hola, soy Alex —dijo, extendiendo una mano hacia mí.
Mi mirada se encontró con la suya por un momento, y aunque mi voz interior gritara que debía responder, las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Mi mente era como un libro cerrado en ese instante, lleno de capítulos inaccesibles que contenían las palabras correctas que debería decir. Alex pareció notar mi tensión, pero en lugar de presionar, su sonrisa era amigable y comprensiva.
—No te preocupes, no muerdo —dijo con un toque de humor en su voz, como si supiera exactamente lo que estaba experimentando.
Un pequeño respiro escapó de mis labios, un intento tímido de liberar parte de la tensión que se había acumulado en mi pecho. Finalmente, logré articular unas palabras.
—Soy Noah.
La introducción fue breve, pero pareció romper un hielo invisible entre nosotros. Alex asintió con una sonrisa genuina.
—¡Genial! Entonces, ¿qué opinas si trabajamos juntos en este proyecto?
Su pregunta fue casual, pero en mi mundo de silencio, se convirtió en una tormenta de pensamientos. La idea de colaborar con alguien era desconcertante, pero también era una oportunidad que pocas veces se me había presentado. Tenía la extraña sensación de estar parado al borde de una encrucijada, con la opción de aventurarme en un territorio desconocido.
Asentí lentamente, intentando transmitir que estaba dispuesto a intentarlo. Alex pareció satisfecho con mi respuesta y su sonrisa se amplió.
—Perfecto, será genial trabajar juntos. ¿Qué te parece si nos reunimos después de clases para comenzar a planear?
El sonido del timbre que anunciaba el final de la clase nos sacó de nuestra conversación. Miré hacia adelante, viendo cómo mis compañeros comenzaban a recoger sus cosas y se dirigían hacia la puerta. La sensación de nerviosismo persistía, pero ahora estaba entrelazada con una chispa de emoción por lo que estaba por venir.
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El Despertar de las Mariposas
RomanceEn el apacible escenario de Willowbrook, Noah vive en la sutileza de sus palabras. Pero cuando conoce a Emma, una chica enigmática con una historia oculta tras sus ojos, su mundo cambia. A medida que su amistad crece, Noah se ve atraído por su forta...