El otro día vi a la señora Rotem guardar una carta a su bolsillo, y por casualidad de la vida, esa carta se le cayó, en un principio pensé en devolvérsela, pero el sobre era demasiado lindo y la letra muy hermosa, así que por primera vez en mi vida me quedé con algo ajeno.
Era más de media noche, esperé que todos se durmieran y me metí bajo las sábanas con mi linterna, saqué el sobre que tenía oculto y lo abrí cuidadosamente. Mi corazón no paraba de latir, si alguna de las señoritas me llegaba a descubrir era castigo seguro y no por un día, sino por meses, pero esta carta extraña me llamaba, era como si algo en ella me dijese que debía abrirla y leerla y así lo estaba haciendo.
Señora Rotem, es necesario que me diga cuántas jovencitas tiene listas, si ellas están en edad de casarse creo que es hora de que me las entregue y así les dé un buen futuro. Recuerde que por cada una de ellas le daré el precio acordado anteriormente. Espero su respuesta lo antes posible. Marballa.
Releí la carta por si algo no había comprendido, pero decía claramente que esa tal Marballa se iba a llevar a una de nosotras para casarse. Dios mío, que cruel destino nos esperaba afuera, con razón cuando las mayores cumplían diecisiete años, se las llevaban, eso quiere decir que en dos años más harán eso mismo conmigo.
Los días pasaban y pronto yo iba a cumplir dieciséis años, así que mi destino luego sería casarme con un desconocido. Esa vida no la quería, ya bastante había soportado estar en el orfanato para luego ser vendida por la señora Rotem y esa tal Marballa.
Mi cumpleaños no fue para nada especial, solo me dieron un cuaderno y unos lápices al igual que el año pasado, eso es a lo más que se puede aspirar en este lugar. Mis amigas me han dicho que estoy retraída, que ya no soy la misma, y quién puede seguir siendo la misma si ahora sabe un secreto, es necesario que haga algo antes de que sea demasiado tarde.
Marta la cocinera el otro día me pidió que la ayudará a pelar papas, y como de costumbre fue y la ayude, esa señora vive fuera del orfanato, a veces me cuenta que su hijo menor va a la escuela, me hubiese gustado saber que es una escuela, haber ido, aunque fuese a observar.
Los días miércoles y viernes pasa el recolector de basura. Así que tengo un plan, es eso o quedarme y esperar a cumplir años y ser la esposa de un desconocido.
Son las cinco de la mañana, es hora, solo llevo la ropa puesta y un cuaderno donde tengo anotados unos poemas que escribí. Tengo miedo, pero no por eso me voy a arrepentir de lo que voy a hacer. Es ahora o nunca.
El olor es asqueroso, y aun me quedan tres horas más aquí, ojalá que nadie me descubra.
Tengo arcadas, el estómago revuelto y ya no aguanto más, pero ya esta de día, el recolector pronto va a pasar y se llevará estas bolsas. Oh mi Dios, ahí viene.
Como me lo esperaba, estoy donde llegan todos los residuos, el panorama no es para nada alentador, pero aun así esto es mejor que el destino que me esperaba en el orfanato.