Deidad.

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Sukuna Ryomen ese era su nombre cuando era humano, actualmente los pueblerinos solo lo conocían como "Sukuna Dios de las desgracias".

Cuando Sukuna era humano había cometido todo tipo de aberraciones y pecados, mataba y destruía por diversión amaba que la gente le temiera. Y cuando llegó su momento de partida Sukuna creyó que iría al infierno por todos sus pecados cometidos, sin embargo no fué así terminó reencarnando en su misma época solo que ahora siendo un inmortal, una deidad.

Sukuna no se pudo quejar y se reía de los Dioses por darle ese castigo.

Actualmente su presencia vivía en un templo abandonado dentro del bosque, al ser llamado el Dios de las desgracias las personas le tenían y no presentaban su respeto como a otros lo hacían además de que la gente catalogaba el bosque como peligroso, nadie entraba y los que lo hacían terminaban muertos, la gente creía que era obra suya pero él ya se había cansado de matar a tanta gente cuando era humano y en sus primeros años de Deidad, lo que desvivía a los pueblerinos que entraban eran los lobos y otros animales salvajes que vivían en el bosque.

El tenía diferentes formas en las que se podía convertir, actualmente paseaba por el bosque en forma de un temible Tigre rallado.

Sus pasos se undian levemente en la capa que cubría todo el bosque de nive, la leve brisa que causaba el aire al mover los árboles llenos de nive hacían el ambiente más frío.

Sukuna no sentía el frío y si lo hacía no le pasaba nada, era inmortal, nada le afectaba realmente.

Sus pisadas se detuvieron cuando sus agudos oídos detectaron ruido a las orillas del bosque.

¿Quién era capaz de entrar al bosque en esta temporada tan fría?

¿Cazadores? Oh tal vez exploradores?

La curiosidad de Sukuna fué grande, así que cuando se dió cuánta ya estaba yendo hacía el sonido.

Lo que encontró era algo nuevo a decir verdad.

- mamá.. no nos dejes por favor.-
Una mujer cubierta con una capa trataba desesperadamente de arrancar las pequeñas manos que se aferraban a su ropa.

- ¡suéltame!.-
La mujer tenía una gran cicatriz en su frente con forma de costuras parecía desesperada, mientas ella peleaba con el niño que rogaba por no ser abandonado otro pequeño lloraba detrás del más grande.

- al menos llévate a Yuuji el es más pequeño... Por favor mamá.-

Una fuerte bofetada le fue proporcionada al niño pelinegro, la bofetada había sido tan fuerte que lo había tirado al suelo cubierto de nive.

El niña más pequeño que tenía un bonito cabello color rosado estiró su mano en dirección de quién llamaban madre y está empujó al pequeño para que terminara tirado igual que el otro.

- Ustedes no son mis hijos, solo son un par de bastardos que nunca debieron nacer.-

Y tras escupir esas palabras llenas de odio, dió la vuelta y se fue abandonando de manera desconsolada a los dos niños.

Sukuna no pudo evitar reír internamente, ese era la maldad humana que lo hacía feliz.

Esa escena sin duda le había reafirmado que los humanos como él cuando lo era existían de distintas formas, desde cazadores matando a la naturaleza que les brindaba todo para que existieran, hasta una madre abandonando a sus dos hijos para que sean devorados por los animales salvajes.

En fin Sukuna no tenía por qué seguir ahí, regresaría a su templó abandonado.

- ...Ma-Mamá...-
El llanto de los niños impidieron que diera la vuelta para abandonar el lugar.

Las Aventuras De Choso-niiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora