CAPÍTULO 15

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Despedirme de mi padre siempre tenía un aire agridulce. Estábamos en el umbral de la casa que había sido mi refugio durante tantos años. Posible, el viaje sería largo. Sin embargo, eran ya las 2 de la tarde, así que estaba segura de que llegaría al anochecer.

Mi padre se acercó a mí, su figura envejecida y energética pero aún llena de amor.

-No te olvides de los duraznos de Cassie -me recordó, su voz teñida de ese afecto paternal que siempre me hacía sentir protegida.

Sabía cuánto mi padre valoraba a Cassie. Con sus propios padres en el Reino Unido, ella pasaba cada Navidad con nosotros, y mi padre había adoptado su cariño como si ella fuese realmente una extensión de nuestra propia familia.

-Gracias, pa -dije, depositando cuidadosamente los duraznos en la cajuela de mi auto.

-Vuelve pronto, hija -susurró mi padre, rodeándome con un abrazo que parecía contener todas las palabras no dichas, todos los "te extrañaré" y los "te amo" que no necesitábamos expresar para sentir.

Sentí cómo su calor me envolvía, un calor que siempre lograba romper cualquier coraza de cinismo o dureza que pudiera haber construido. En esos momentos, no era la astuta y desafiante mujer que había aprendido a ser; era simplemente su hija, buscando confort en los brazos que habían sido mi primer hogar.

Despegué los ojos del suelo y miré a mi padre, sabiendo que esa despedida, aunque temporal, siempre se sentía como una eternidad en miniatura. Subí al auto, y con una última ojeada a la figura cada vez más pequeña de mi padre en el espejo retrovisor, puse el vehículo en marcha, dirigiéndome a Springfield.

Mientras conducía por la carretera, pensé en los desafíos que enfrentaría en los próximos días. Trabajaba en un campo competitivo, y había trabajado incansablemente para llegar a donde estaba. Aunque había sido difícil, mi determinación y astucia siempre me habían ayudado a superar los obstáculos.

(...)

Alcancé Springfield justo cuando el sol comenzaba su descenso, tiñendo el cielo de tonos rosáceos y anaranjados. Estacioné el auto frente a mi apartamento y fui directamente a la cajuela. Logré llegar en un tiempo récord de 3 horas y 45 minutos. Fui directo a la cajuela de mi auto para sacar los duraznos de Cassie; el resto de las cosas las dejaría para sacar al día siguiente.

-¡Cassie! -llamé enérgicamente, cerrando la puerta tras de mí- ¡Estoy en casa!

Depositando los duraznos sobre la mesa del comedor, mi mirada se deslizó hacia la puerta de la habitación de Cassie. Al entrar, noté la cama hecha, todo en su lugar, pero ella no estaba allí.

-¿Se habrá ido a algún lado? -murmuré para mis adentros.

Cruce el pasillo hacia mi habitación, que estaba justo frente a la de Cassie. Me quité la ropa apresuradamente y tomé una toalla del armario. Un viaje tan largo me había dejado agotada; una ducha caliente sería un bálsamo.

De camino al baño, que se encontraba entre nuestras habitaciones, abrí la puerta. Mi corazón se detuvo.

-¡Cassie! -grité al encontrarla en la tina, el agua teñida de un rojo espeluznante-. ¡Dios mío, Cassie!

Con manos temblorosas, saqué su cuerpo inerte del agua. Sus muñecas estaban cortadas, la vida escurriéndose de ellas. La deposité con delicadeza en el suelo frío, su cabeza descansando en mi regazo.

Tomé mi teléfono y marqué el número de emergencias, intentando mantener la compostura mientras mi voz temblaba.

-¡Sí! -dije al escuchar la voz de la operadora, un destello fugaz de esperanza me atravesó-. Mi amiga... ella... sus muñecas... necesitamos una ambulancia, ¡ya! Estamos en 175 Forest St Waltham, Springfield, apartamento 203.

Colgué el teléfono, las lágrimas brotando a borbotones de mis ojos. Me obligué a hablar, intentando creer mis propias palabras. -Todo va a estar bien, tienes que calmarte, Elara-.

-Cassie, escúchame. ¡Vas a estar bien! -dije, apartando los mechones de cabello que le cubrían la cara-. Papá te envió duraznos.

Esperé, esperé por alguna señal de vida, un parpadeo, cualquier cosa. Pero solo me encontré con un silencio asfixiante. Mi culpa me oprimía desde dentro; no debería haberla dejado sola.

El sonido de sirenas rompió el insoportable silencio. Salté hacia la puerta, abriéndola frenéticamente para los paramédicos. Vi cómo cargaban el cuerpo sin vida de Cassie en la camilla, y algo dentro de mí se rompió irremediablemente. Cada paso que daban al alejarse me destrozaba un poco más, dejándome en un abismo del que no sabía si podría salir.

Con la toalla aún envuelta alrededor de mi cuerpo, me dejé caer en la cama de Cassie, intentando procesar la realidad que parecía desmoronarse ante mis ojos. En su mesita de noche, un papel solitario llamó mi atención. Era una carta.

Mis ojos se posaron sobre las palabras, cada una de ellas un puñal en mi corazón.

-Elara... lo siento tanto. Solo quiero descansar, tener paz. Siento que me estoy volviendo loca, no puedo seguir pasando por otro de esos terribles momentos y arrastrarte conmigo. Siento que no tengo arreglo -¡No estás dañada, Cassie! ¡No estás dañada!- grité en silencio, las palabras resonando en mi cabeza. Tú has sido, en todos los sentidos, la mejor amiga que alguien pudiera tener. Vi cómo intentaste salvarme cada noche en la que lo necesité, cómo me apoyaste sin importar que recayera al día siguiente, cómo estuviste conmigo en todos mis momentos difíciles. No te imaginas cuánto agradezco que me hayas apoyado en cada situación. Sé que te vas a sentir triste cuando veas que me haya ido, y lo siento muchísimo, no te lo mereces... pero no puedo seguir viviendo con el aplastante dolor de la tristeza que consume mi alma. Gracias por haber sido paciente y asombrosamente amable conmigo desde el primer día. Es importante para mí que sepas que, si alguien hubiera podido salvarme, hubieras sido tú. Gracias Ela.

Mis ojos ardían mientras las lágrimas mojaban el papel, haciéndolo aún más frágil.

-¡No, Cassie! ¡No! -murmuré, la furia mezclándose con el dolor.

Las lágrimas brotaron de mis ojos con tal fuerza que parecía que se me iba a acabar el aire. Mi corazón latía frenéticamente, como si estuviera intentando escapar de mi pecho. Sentía tristeza, rabia y frustración, todo a la vez. Era una amalgama de emociones que jamás pensé que experimentaría. Mi mente daba vueltas, una tormenta de auto-reproches y preguntas sin respuesta. ¿Podría haber hecho algo más? ¿Fui lo suficientemente buena amiga? ¿Cómo no vi las señales? La oscura nube de la culpa se cernía sobre mí, asfixiándome con cada respiración entrecortada.







- Nota de autor -

Fue extremadamente doloroso decir adiós a Cassie en este capítulo. Me encariñé profundamente con su personaje, pero su partida era un paso necesario para avanzar en la trama y facilitar el acercamiento entre Félix y Elara.

Quiero hacer un paréntesis aquí para enfatizar que el suicidio debido a la depresión ES UNA REALIDAD. Si tú necesitas ayuda o ves a alguien que está pasando por depresión o muestra signos de esta terrible enfermedad, contacta o incita a esa persona a contactar a un profesional de la salud mental. Existen muchas opciones gratuitas, busca en tu localidad. Si necesitas hablar, estoy aquí para ti; también habla con tus amigos y familiares, ellos desean ayudarte aunque no lo parezca, te lo digo por experiencia propia. Soy una persona con Trastorno Depresivo Mayor (MDD) que llegó a escribir varias cartas de suicidio. El suicidio nunca es la solución. El apoyo de mis amigos y familiares, así como el tratamiento médico, me han ayudado a seguir adelante. No soy una persona extraordinaria ni superdotada, así que tú también puedes hacerlo.

¿Has pasado por una situación similar o conoces a alguién que lo haya pasado? Cuéntame en los comentarios.

DESACUERDOS Y DESEOS© (+18) LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora