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Emma miró el reloj y al ver la hora, corrió hacia la parada del autobús. Unos minutos más tarde, llegó a su destino. Abrió la puerta empujándola con el hombro y entró apresuradamente en el edificio. El abrigo le sobraba y empezó a quitárselo en el ascensor, mientras oía sonar su móvil en el bolso. Resopló nerviosa, con la bufanda enredada en el bolso y agobiada por el calor. Consiguió llegar al ático, salió cerrando deprisa la puerta del ascensor y llamó varias veces al timbre.
-Llegas tarde - le dijo Daniel mientras la ayudaba a liberarse del abrigo y se hacía a un lado para dejarla pasar – te estaba llamando.

-Ya lo sé, perdona - le respondió Emma desplomándose en el sofá – al final he salido tarde de casa porque mientras estaba duchándome se ha ido la luz. Estaba completamente a oscuras, llena de jabón, y de repente se han empezado a oír ruidos en casa y la puerta del baño se ha abierto sola. Casi me da algo.

- Siempre te pasan cosas por la mañana. Yo creo que te inventas la mitad de las cosas – le dijo Daniel para hacerla rabiar.

- ¿No me crees? – protestó Emma – Pues he pasado miedo. Al final era el gato pero podría haber sido un asesino en serie.
-Sí, claro que te creo – contestó Daniel sonriéndole - pero no sé qué tiene que ver eso con llegar tarde.
-¿Cómo qué no? – dijo Emma – han cortado la luz toda la mañana. Me he retrasado por eso.
-Seguro que avisaron de que cortarían el agua por una avería o algo.
-Igual sí, no sé. Oye, hoy estás muy quejica, no paras de reñirme ¿qué te pasa? – le preguntó Emma.
- Perdona. Tienes razón. Es que tengo hambre, no he desayunado aún. Llevo un montón de rato esperándote – dijo Daniel mientras se ponía el abrigo para salir – Venga, vámonos. Además, tengo que contarte una cosa importante.
-¿Sí? ¿qué es? – le preguntó animadamente Emma.
-Ya sabes que mi hermano Max tiene una editorial, pues le he visto esta mañana y le he hablado de ti. Le he enseñado tus ilustraciones y le han encantado. Quiere conocerte, tienes una entrevista con él mañana a las nueve.
-¿En serio? ¡Qué bien! – dijo Emma dando un salto y abrazando a Daniel – Me encanta su editorial y todo lo que publican. ¡Ojalá pueda hacer la portada de alguno de sus libros! ¿De verdad le ha gustado mi trabajo?
-Sí, le ha encantado. Te va a dar trabajo seguro. Ha insistido mucho en que quería conocerte – dijo Daniel abriendo la puerta y dejando pasar a Emma hacia la escalera – Vamos, invítame a desayunar, que no he comido nada y me muero de hambre.

Entraron en la cafetería y se sentaron en una mesa junto a la ventana.
-Hola, sentaros donde queráis, en seguida os atiendo – les dijo la dueña sonriendo desde el fondo del local.
-Vaya – dijo Emma sorprendida – hoy parece que la camarera está de buen humor. El otro día estuvo muy borde. No sé por qué te gusta este sitio.
-Me gusta la comida. Y tienen muchas cosas sin gluten para ti, deberías estar contenta. Te traigo a un sitio en el que puedes un montón de cosas buenas. Y luego dices que soy yo el quejica... – le contestó Daniel.
-Vaaale, lo retiro– le dijo Emma riendo – Por cierto, muchas gracias por lo de tu hermano. ¡Estoy contentísima! No me puedo creer que haya pedido verme porque le han gustado mis ilustraciones.

Al día siguiente, Emma se levantó temprano. Estaba un poco nerviosa y quería arreglarse sin prisa. Dudó entre varios conjuntos y al final eligió un vestido sencillo de color azul. Todo el mundo decía que le quedaba bien y secretamente, ella creía que le daba suerte. Llegó pronto a la cita con el hermano de Daniel, así que dio un par de vueltas por el barrio antes de entrar en la editorial. Le encantaba esa zona de la ciudad.
Subió a la última planta del moderno edificio de cristal y le dijo a la recepcionista que tenía una reunión con el director general. Ella le pidió que se sentara y le preguntó si quería tomar algo. Emma negó con la cabeza, sonriendo. Miró como la recepcionista marcaba un número de teléfono y la oyó mencionar su nombre. Se acomodó impaciente en el sofá y esperó.
En la editorial se respiraba un aire de paz, el interiorismo era moderno, con un toque industrial y paredes llenas de libros. Emma se sintió a gusto nada más entrar. Le gustaba la combinación de madera y cemento. A pesar de los materiales y el espacio tan grande y diáfano, proyectaba una sensación de calidez y cercanía. Además, había mucho silencio, solo se oía una música de piano suave, así que Emma empezó a imaginarse trabajando ahí, rodeada de libros, en la editorial dirigida por el hermano de su mejor amigo. Sonrió encantada y suspiró.

Cincuenta minutos después, extrañada por la larga espera, se levantó y se acercó a la recepcionista para preguntarle si había algún problema. Antes de que tuviera tiempo de hablar, se abrió la puerta del fondo de la sala y Emma vio salir a una mujer llorando. Inmediatamente después, dos mujeres cabizbajas salieron también del despacho, andando rápidamente, y se metieron juntas en la sala del fondo del pasillo. Un hombre joven, hecho una furia, salió de la sala detrás de ellas y se dirigió a ellas desde la puerta.

Al final del capítuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora