Patriotas

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Las estrellas brillaban en lo más alto del cielo, junto a su gran madre la bella y plateada Luna que brindaba desde lo lejos su más hermoso esplendor, el brillo se reflejaba entonces en aquellos bellos ojos de color verde olivo que tanto amaba.

Sonaba a cliché toda aquella situación contada por una voz de presentador en su cabeza, pero era la mismísima verdad, el Omega entre sus brazos era aquello que más quería en el mundo y por más extraño que sonase, el mismo mundo se había encargado de separar.

-Tranquilo, mi querida alma enamorada -susurraba con amor y ternura aquella plateada belleza.

-Quiero estar con él -suplicó con un hilo de voz que pudo ser escuchado por aquel magnífico ser.

-Pronto.

Por arte de magia el brillo se la luna se intensificó y aquella pobre alma enamorada, por fin pudo descansar en paz.

🌙

-¡Noticias de último minuto! -un muchacho iba montado en su bicicleta gritando y entregando el periódico a algunos habitantes de aquella colonia por la que pasaba -¡Estados Unidos se unirá a la guerra!

La gente recogía los periódicos y leía más a detalle lo que sucedería con lo que era, la entrada de los Estados Unidos a la aclamada "La gran guerra", todos estaban asustados pero aún así eran más las ansias de poder ayudar y derrotar a aquellos que eran tan malos como para atacar y hundir un barco lleno de civiles inocentes.

6 de abril de 1917.

La fecha que quedaría marcada para un millón de soldados cambiaformas estadounidenses. La fecha que quedaría marcada en la historia, pero sobretodo en el corazón de un par de almas que aún no tenían la dicha de reencontrarse todavía.

En el estado de Houston, una carta llegó a puertas de la casa de la familia Sano, era la convocatoria para el único hijo de la familia para asistir al campo de batalla y como siempre, la Omega del hogar suplicó a su hijo no hacerlo y que mejor se quedará resguardado en la seguridad del hogar.

-No vayas -suplico aquella bella mujer con lágrimas saliendo de sus ojos negros.

-Debo servir y cuidar de los nuestros, madre -dijo con convicción en su voz -. La guerra está a la vuelta de la esquina y mejor hacer algo ahora a que llegue hasta aquí y les pase algo a los niños.

La señora Sano lo sabía, la guerra era algo que estaba a un pie de distancia, pero habían otros jóvenes que irían a pelear y a luchar por la patria ¿Por qué precisamente debía ser su hijo?

-¡Eres mi hijo y tu deber es estar con tu madre!

-Soy el comandante de la honorable fuerza de aviación de este país que ahora se está enfrentando a un gigante que quiere aplastarnos, no te prometo volver madre, pero prometo que estaré contigo hasta el final.

Con un abrazo y un beso madre e hijo se despidieron, con un sentimiento amargo en la boca de sus estómagos y un alfa que estaba orgulloso y a la vez con miedo de no volver a ver a su único y querido hijo.

Se sabía que era deber de alfas dar la vida en el campo de batalla por su gente y sus fieles creencias y los Omegas debían quedarse en casa a proteger a los que quedaban, así funcionaba ¿Cierto?

Hanagaki Takemichi un Omega de conejo que después de un duro entrenamiento para dejar un poco de lado los miedos que su animal interior impusiera en su cuerpo humano, logró ser un enfermero de alto calibre, posicionandose así como el teniente en jefe de la unidad de enfermeros que asistiría y estaría junto a las tropas en primera línea.

-Debes regresar sano y salvo, mí pequeño conejito -susurro la señora Hanagaki en el oído de su hijo.

-Vamos a esperarte con ansias, hijo.

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⏰ Última actualización: Aug 31, 2023 ⏰

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