¿Y si comenzamos un blog?

23 0 0
                                    

¿Un blog? ¿En qué año cree que estamos, 1857? Martín se aguantó las ganas de decirle aquel pensamiento al señor González, el consejero de la secundaria en la que cursaba tercer grado. Había terminado en su oficina después de que el profesor de matemáticas le pidiera por milésima vez que dejara de escribir en su cuaderno y prestara atención a los números en el pizarrón, que a él y a la mayoría de sus compañeros les parecían signos de una lengua muerta. Martín asintió sin hacer mucho caso hasta que de pronto lo tuvo frente a él y le arrebató el cuaderno rojo de espiral azul, su pluma plateada -recuerdo del abuelo- y lo abrió en una página al azar.

"...por qué es tan difícil darse cuenta de que todo lo que habla nos es incomprensible, y lo que no se comprende es imposible aplicarlo en la vida. Si tan sólo prestara atención a nuestro silencio y a nuestras miradas, quizá podríamos encontrar un punto en común en el que todos ganemos."

Aunque lo leyó con un tono burlesco, cuyo objetivo era exponerlo, se sorprendió de la madurez con la que Martín escribió aquello, sobre todo de los suspiros y la cara de sorpresa del grupo, quienes parecían sentirse escuchados y representados por su compañero. Sin embargo el orgullo pudo más y le pidió que tomara sus cosas, lo cogió del brazo y lo escoltó a la oficina del consejero, el señor González, al cual de manera breve le explicó la situación.

El señor González era un adulto agradable a la vista de la mayoría de los estudiantes del colegio. Inspiraba confianza la forma en que vestía y su actitud: tenis deportivos, jeans y playeras de colores vivos con estampados de grupos musicales o caricaturas de antaño. Se veía y actuaba natural, no como la mayoría de los profesores que finge estar en onda para que los jóvenes abrieran pensamientos y sentimientos. Los chismes decían que era bueno para escuchar y no pretendía cambiar a nadie, que daba buenos consejos que quedaban por completo en libertad en quien los recibía tomarlos o no. En su oficina, lejos de los libros grandes y toscos que intentan apantallar, lucían animes, historietas y algunos libros de cocina -su pasatiempo favorito-. En lugar de fotografías aburridas en eventos académicos para impresionar, había una con sus gatos y otra con su novio en un viaje a la playa, signo de no tener tapujo en compartir su vida. Eso era algo que también muchos le admiraban, que no tuviera miedo de presentarse tal cual, sin filtros ni sutilezas morales. Se trataba de una persona con mucha confianza, perfecta para el puesto de consejero y diametralmente opuesta a los consejeros que retrataban en las series o películas. Así que Martín lejos de sentirse castigado, vio como un premio estar allí en lugar de en la aburrida clase de matemáticas.

-¿Escribes un diario?- Preguntó el señor González.

Martín hizo una especie de mueca entre risa y aversión, pues creía que escribir un diario era la cosa más cursi sobre la faz de la tierra.

-No, claro que no, son sólo ideas, cosas que pienso y que me gusta verlas en tinta y papel.

-Si no es un diario, ¿puedo echarle un vistazo?

Martín dudó pero recordó que no, no era un diario, él no escribía cosas cursis de las cuales sentir pudor o arrepentimiento, así que entregó el cuaderno con seguridad.

El consejero lo hojeó con un genuino interés, emitiendo ligeros sonidos extraños que Martín no sabía bien cómo interpretar. Después de unos minutos, el señor González lo cerró y lo entregó de vuelta al autor.

-Interesante Martín, ¿no has pensado en escribir un blog?

¿Un blog, en qué año cree que estamos, 1857? Con ese pensamiento comenzó todo: con la idea incrustada de escribir en la red aquello que pensaba. Le agradaba que fuera como lanzar una botella al mar, imagen que le atraía de las películas sobre naúfragos. No escribía sino para sí mismo, sin embargo la motivación que le dio el consejero lo dejó pensando en qué podía pasar si alguien más se encontrara con sus palabras.

-Además, al fin de cuentas tengo que castigarte por no prestar atención a la clase. Así que considéralo como tu penitencia. Abre un blog y escribe sobre lo que tu quieras.- Dijo el señor González sonriendo y pidiéndole que se retirara estrechándole la mano firme y amistosamente. 

De vuelta a casa las preguntas de su madre sobre qué tal había estado el día apenas sonaron levemente en sus oídos. Contestó con monosílabos y fingiendo atender a su discurso sobre cómo unos clientes llegaron tarde a una importante cita de negocios. Comió igual de sumergido en sus pensamientos actuando cual robot ahora también frente a papá, que le decía lo difícil que fue extraer la muela del juicio a una señora que parecía no se lavaba los dientes desde que era niña. Al terminar pidió permiso para ir a su cuarto. Una vez allí encendió su computadora, tecleó en el buscador "blogs" y entró a la página que le pareció tenía el formato más atractivo. Llenó formularios mintiendo en su edad y biografía, afirmando ser un hombre de treinta años que ha viajado por el mundo y cuya experiencia de vida quiere compartirla. Se carcajeó de esa pequeña gran mentira y pensó durante unos minutos el nombre para su blog. Nada se le venía a la cabeza sólo frases trilladas o ñoñas. Entonces recordó algo que le había dicho el consejero, que escribir a veces nos servía para descubrir o encontrarnos. Un foco se encendió en su cabeza y tecleó en el apartado de título: "Palabras para encontrarnos." Dio click en guardar y se quedó dándole vueltas a cuál sería la primera entrada de su blog. ¡Lo tenía!, sabía cómo iniciar. Tecleó con velocidad durante casi una hora sin saber que pronto su vida estaba a punto de cambiar radicalmente. 


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 04, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Una forma de encontrarnos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora