( ⚘ ) ; 𝗠𝗶𝗴𝗮𝗷𝗮𝘀 para los esquizofrénicos como tú y como yo, que nos encanta sufrir emparejando píxeles de cubito que interactúan una vez por año, o que tienen lore canónico como pareja disfuncional, porque a esos cabrones también les encanta...
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22 | 09 | 2023.
Era una madrugada pacífica en los pueblos de Tortilla. La luna llena iluminaba todo con su luz pálida desde lo alto del cielo y las estrellas se alineaban en hermosas constelaciones que adornaban el despejado manto nocturno.
La gran mayoría de habitantes se encontraba descansando en aquel momento, puesto que aún faltaban algunas horas para que saliera el sol y pudiera darse el comienzo de un nuevo día. Sin embargo, el destino parecía tener otros planes para Robleis en aquella noche.
En mitad de la madrugada, un par de toques torpes e insistentes se habían presentado en la puerta principal de su casa, por lo que se despertó cansado y obligado a levantarse de mala gana, dispuesto a partirle la quijada a quién quiera que haya interrumpido su sueño.
― ¡Ya voy! ―se encontró gritando bastante enojado, a pesar de que las palabras aún se arrastraban dentro de su boca con un tinte soñoliento. Su cuerpo se hallaba ligeramente encorvado por la pereza, a la par que encogido por el frío, por lo que se encaminó sin prisas hasta la entrada.
― ¡Robleis! ―exclamó Karchez repentinamente, dejándose caer en sus brazos en el mismo momento que abrió la puerta y provocando que el castaño de mismo nombre se despertara, al tratar de hacer contrapeso al mayor para evitar caerse.
― Vos tenés que estarme jodiendo. ―exhaló frustrado el argentino, después de respirar profundamente y notar que Karchez desprendía un fuerte aroma a licor.
Sin embargo, eso no fue lo único que llamó su atención, pues mientras él luchaba por mantenerse en pie con el peso muerto del peliblanco encima, este solo se aferraba con mayor necedad al incómodo abrazo en que lo había envuelto, mientras comenzaba a hipar repetidas veces sobre su hombro, dando la impresión de que estaba a punto de llorar.
― Discutí con Axozer, Rob. ―anunció con una voz quebrada, lo que no sorprendió en absoluto al argentino, pues este ya se había hecho una idea de por dónde iría esta conversación. No era la primera vez que Karchez lo visitaba así.― É-él me engañó.
« ¿Cuándo no? », pensó Robleis con ironía, mordiendo su lengua con impotencia, ante las latentes ganas que sentía de soltar algún que otro comentario cizañoso en contra del joven de cabello bicolor. Pues, a estas alturas de su relación, Robleis ya tendía a enfurecer de manera genuina, ante la forma tan injusta en que Axozer seguía comportándose con el peliblanco.
