1. La Cosecha

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El sol sale por la pradera y empieza a calentar el día. El Distrito 2 está calmado como todas las mañanas después de los Días Oscuros. Las nubes empiezan a formar grandes cúmulos conforme la mañana pasa. A las siete en punto empieza el movimiento, las personas salen de sus casas salen a trabajar ya sea en las canteras o otra cosa en la que se dediquen. Los adultos mayores de edad empiezan sus jornadas largas en las profundas canteras del distrito, los menores y las mujeres trabajan en la distribución de herramientas o cargo de rocas para apilarlas en camiones de carga del Capitolio.

Los agentes de la paz cada día son muy estrictos en todo, no puede salirse nada de control porque es signo de rebelión. Los Días Oscuros aún están muy frescos, todavía la llama de la rebelión permanece en algunos. Hace exactamente un año que fue la destrucción del Distrito 13, desde entonces nos tratan como mulas esclavizadas. Cualquier indicio de rebeldía por muy leve que fuera era castigada cruelmente con la muerte. Son tiempos difíciles para todos, a excepción de los del Capitolio.

Hace un día caluroso, las mujeres y adolescentes que trabajamos acarreando las piedras nos toca la peor parte (claro sin mencionar a los excavadores). Todos traemos ropa de trabajo, un traje grueso de lana que acalora más de lo que el clima ya está.

Veo a mi madre de lejos que me hace señas para llamar mi atención.
-¡Jeamille! -. Me grita. -Ven a ayudar por acá.

Dejo las piedras gruesas en el suelo y voy corriendo hacia aya. La deshidratación surge enseguida, pero todos nosotros ya estamos acostumbrados a eso. Encuentro a mi madre junto con otra mujer de aspecto acabado y una chica que parece como uno o dos años menores que yo; es guapa, cabello rubio, ojos azules y unos labios bien definidos y pequeños, a simple vista parece débil, pero una vez que le vez los brazos fornidos que quedas perplejo.
-Ella es una antigua amiga mía de la escuela, Cle.-dice señalando a la mujer.- y ella es su hija Gyen-. Nos damos las manos y continuamos con el trabajo. Cargamos una piedra de un metro y medio cinco metros hasta llegar al camión, el verdadero reto es subirla para ello ocupamos otras dos personas adultas que nos ayuden.

-¿Ya oyeron que van a abrir un nuevo centro militar del Capitolio?.- afirma Cle
-¿Aquí en el dos?-. pregunta mi madre
-Si, en las montañas del Hueso.- las montañas del Hueso es una pequeña montaña de cantera de la más dura, nunca hemos ido allí, pero dicen que se ve muy impresionante.
-¿Agentes de la paz? -. pregunto aterrado por la idea de tener una 'fabrica' de agentes de la paz.
-No, aerodeslizadores-. Me confirma Cle.- pero tardarán unos años en construirla.

Sin previo aviso suena una sirena. Todos parecemos confundidos, pero luego los agentes de la paz empiezan a desplazar a la gente afuera del área de trabajo. Luego en un altavoz suena:
-Todos los habitantes deberán ser transportados a la plaza central en diez minutos, por ordenes del presidente Klein.

El mensaje se repite una y otra vez. Caminamos con la corriente de gente hacia la plaza. Pero luego algo extraño sucede, en un retén agentes de la paz separan a los adolescentes del resto del grupo. Es un suceso nuevo, pregunto varias veces y a distintas personas que es lo que ocurre pero nadie tiene idea. Cuando llego al retén me aferro a la mano de mi madre, pero nos separan a forcejeos. Ahora solo puedo ver como se pierde de vista ante el mar de gentío.

Todos a los que nos han sacado tienen entre doce y dieciocho años. De todos modos nos llevan a la plaza central, nos colocan justo en el centro del gran espacio. A los niños y adultos los obligan a rodearnos por atrás. La histeria empieza conmigo, no se que vaya a suceder pero me da miedo.

El Edificio de Justicia está justo enfrente de mi, pero ahora tiene toda una tarima de madera, decorada con telas oscuras que caen al suelo. Arriba de la tarima, hay dos grandes urnas de cristal, con infinidad de papeletas adentro, en medio hay un micrófono que usa el Capitolio.

Los primeros Juegos del HambreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora