PRÓLOGO

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La entrenaron para matar. Para ser la mejor asesina de los tres reinos, así que cuando tuvo que desgarrarle el cuello al hombre que tenía delante no dudó, clavó sus garras hasta el fondo sin escrúpulos. La herida en su vientre le dolía como el infierno, su ropa estaba echa jirones, pero habían masacrado su manada, y ella no pararía hasta que ninguno quedara en pie. Escuchó unos segundos antes otro hombre a sus espaldas, y anticipándose a su golpe, giró con una gracia letal y lo apuñalo en el pecho con su daga de plata escuchando como el hombre aullaba de dolor antes de caer al suelo.

 Escuchó unos segundos antes otro hombre a sus espaldas, y anticipándose a su golpe, giró con una gracia letal y lo apuñalo en el pecho con su daga de plata escuchando como el hombre aullaba de dolor antes de caer al suelo

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- ¡Kaena, arriba! - antes de que pudiera reaccionar, la primera flecha se clavó en su pierna, ahogándole un grito mientras sus rodillas chocaban contra el suelo. Con una rapidez casi inhumana, su hermana llegó hasta ella arrodillándose a su lado.

- ¡Nyra! ¡¿Qué haces aquí? Te dije que- Pero antes de que pudiera seguir una segunda flecha le atravesó el hombro tumbándola por completo.- ¡Maldición! - Nyra, le arrebató una de las dagas del cinturón y la lanzó con tanta precisión que el arquero no tuvo tiempo de esquivarla antes de que le atravesara el cuello.

- Tenemos que irnos, vamos, debemos encontrar al resto antes de que vengan más desterrados. - Cuando Kaena intentó ponerse en pie una sacudida de dolor le recorrió todo el cuerpo. Agradeció su entrenamiento y la sangre fría que poseía pues de no ser así sabía que seguramente no hubiera tenido el valor para agarrar su daga y partir las dos flechas que aún tenía clavadas. Las arrancó de su piel mareada, iba a desmayarse por el dolor, estaba agotada, no había descansado debidamente desde hacía semanas cuando había comenzado la guerra y estaba a punto de llegar a su límite, así que dio gracias a Nyra cuando la agarró y la ayudo a levantarse. - Kyrell me ha dicho por el vínculo que nos espera en el arroyo, él y Sam han podido salvar a unos pocos. - Kaena asintió, no tenía fuerzas casi ni para hablar.

Caminó sujetándose de su hermana, habían conseguido salir de la mansión casi destruida y se empezaban a adentrar en el bosque. Solo les faltaba pasar el claro del viejo roble y caminar un poco más para llegar al arroyo, solo un poco más...

Escucharon las rápidas pisadas, los jadeos deseosos de sangre de los lobos, las estaban persiguiendo. Nyra estaba haciendo su mayor esfuerzo para no dejar caer a su hermana mientras apresuraba el paso, pero no iban lo suficientemente rápido, y no podía transformarse en ese momento sin perder unos valiosos segundos al hacerlo.

Kaena notaba como su pierna ardía con cada paso que daba, y no lograba sentir su brazo izquierdo por la herida en el hombro, pero aún tenía los sentidos activos así que al escuchar el familiar silbido, tumbó a su hermana junto con ella hacia el suelo soltando un quejido pocos segundos antes de que la flecha no les atravesara la cabeza. Los desterrados estaban demasiado cerca y sabía que seguramente la mayoría de ellos estaban transformados, podía escuchar sus aullidos desesperados por alcanzarlas.

- ¡Nyra corre, los entretendré! - Con las últimas fuerzas que le quedaban agarró las dos dagas de plata que llevaba sujetas en las muslos y se levantó poniéndose delante de su hermana. Sin mirarla gritó. - ¡Vete!

El Clan de la Luna AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora