En las dos semanas que llevaba en Virgin River, Justin Bieber había recorrido a pie mil kilómetros por
sendas de montaña y se había dejado crecer una poblada barba de color rojo oscuro. Tenía el pelo y las cejas
muy negros y los ojos verdes claros, pero aquella barba roja, herencia de sus antepasados, le daba un aspecto
asilvestrado. Rosie, su sobrina de cuatro años, que tenía una gran mata de rizos rojos a juego con sus ojos
verdes, había exclamado:
—¡Tío Justin, tú también eres como una rosa irlandesa!
Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de unas vacaciones, y aquellos días de descanso estaban siendo
muy de su agrado. Desde sus tiempos de estudiante de Medicina no había dejado de marcarse metas
difíciles. Ahora, a la edad de treinta y seis años, catorce de ellos pasados en la Armada, se encontraba sin
trabajo y, aunque ignoraba qué iba a ser de su vida, no le importaba lo más mínimo. Aquella especie de
limbo estaba resultando muy agradable. Lo único que sabía con toda seguridad era que no se marcharía de
Virgin River hasta mediados de verano, como mínimo. Su hermano mayor, Luke, y su cuñada, Shelby,
estaban esperando su primer hijo y eso no pensaba perdérselo. Su hermano Sean regresaría pronto de Irak y
antes de marchar a su siguiente destino pensaba pasar las vacaciones en Virgin River con su mujer, Franci, y
su hija, Rosie, y él estaba deseando pasar unos días con ellos.
El sol de junio caía a plomo sobre él. Llevaba pantalones militares, botas de montaña y una camiseta
marrón con manchas de sudor bajo las axilas. Tenía la espalda y el pecho mojados y olía a sudor. Llevaba
una mochila de camuflaje con barritas de proteínas y agua, y sujeto al cinturón un machete para despejar la
maleza que se encontrara por el camino. Se cubría la cabeza con una gorra de béisbol, por debajo de la cual
empezaba a rizársele el pelo negro. Un bastón de caminante de un metro veinte se había convertido en su
compañero inseparable, y desde que había tenido un encuentro fortuito con un puma llevaba también un
arco y un carcaj con flechas. Claro que si se encontraba con un oso con malas pulgas, el arco no le serviría de
nada.
Iba caminando por un sinuoso sendero de tierra que podría haber sido la entrada a una casa o una vía de
saca de madera abandonada. Se dirigía a un risco que había visto desde abajo. Al final del sendero se
encontró cara a cara con lo que parecía ser una cabaña abandonada. Sabía por experiencia cómo
distinguirlas: si el camino que llevaba a los cobertizos estaba lleno de maleza o parecía abandonado, lo más
probable era que la casa estuviera vacía. Pero no era seguro. Una vez había dado por sentado que así era y
una señora mayor le había apuntado con una escopeta y le había ordenado que se largara.
Justin sorteó la casa dando un rodeo y siguió hacia el risco atravesando por entre los árboles.
No había camino, claro. Tuvo que usar el machete para cortar la maleza. Pero al salir al otro lado de la
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lazos del destino
RomanceCon sus queridas hermanas felizmente establecidas, ______ tiene síndrome de nido vacío… y con solo treinta y cinco años. De modo que se toma un descanso y se refugia en una solitaria cabaña cerca de Virgin River. Lo que ______ planea es llegar a con...