Capítulo único

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Cogió el marco de la foto que reposaba sobre la estantería, junto a una en la que Getou, Shouko y Satoru sonreían despreocupados

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Cogió el marco de la foto que reposaba sobre la estantería, junto a una en la que Getou, Shouko y Satoru sonreían despreocupados. Miró ésta última con nostalgia, pero terminó concentrándose en la que había cogido desde el principio: una chica de melena media negra como el carbón, un liso flequillo que le cubría la frente al completo y ojos marrones sonreía abrazando al albino, quien la tenía cogida desde la cintura, haciendo el amago de llevarla en brazos. Aún recordaba ese momento, él tenía 24, mientras que ella recién había alcanzado sus 22. No sabía que los estaban fotografiando, ambos se miraban sonriendo sin miedo alguno, como si por unas horas, los momentos que pasaba con ella volviese a ser un simple muchacho, no un hechicero; por ello le gustaba tanto estar a su lado, pensaba él, pero el tiempo que tenía era escaso. Cómo le habría gustado estar más tiempo a su lado.

-¿Quién es esta chica? -preguntó Kugisaki, con dos curiosos detrás suya.

Recordó la pregunta de su estudiante, se habían metido en su cuarto para cotillear. "Seguro que tienes cosas escondidas, Gojou-sensei" había dicho Yuuji.

-Si no me equivoco, es Ito-san. -respondió Megumi, mirando la foto sobre las manos de su compañera.

Satoru sonrió, probablemente, de los alumnos, era el único que llegó a conocerla.

-¡No nos dijiste que tenías novia, sensei! -chilló Yuuji, quitándole la foto de las manos a Kugisaki. -No es muy alta, ¿no? -la miró fijamente. -Aunque tiene un buen... -

-¡No sigas, descerebrado! -Kugisaki se negó a que terminara la frase.

Entre los chillidos de dos de sus estudiantes, y el silencio de otro de ellos que simplemente se había quedado mirando la foto sin expresión alguna, a Satoru le abordaron recuerdos, cada momento al lado de esa chica que atesoró como lo más preciado en el mundo; la primera vez que pudo sentir el pulso de su corazón acelerarse con alguien.

-Ito Haruko. -habló en alto el albino, haciendo callar a todos en la habitación. -Alguien a quien debí haberle dicho muchas cosas más de las que le dije. -y ahí se quedó, no dijo nada más, dejando a dos chicos extrañados, y uno con la imagen de su profesor viendo marchar a la chica que amaba.

En ese momento, todos salieron de la habitación, el tema se cambió rápidamente, y es que aunque los dos que aún no sabían nada no tenían ni idea de qué había pasado, decidieron que era mejor dejarlo estar. Al caer la noche, Satoru no pudo evitar sentirse nostálgico. Si ella estuviese aún aquí, ¿estarían juntos de verdad? ¿podrían haber sobrellevado el hecho de que ella era una simple estudiante, y él el hechicero más fuerte de la generación? Con esas dos preguntas, se sumió en sus recuerdos, más específicamente en el momento en el que ambos coincidieron, como si el destino ya hubiese tenido preparado desde hace mucho que ambos se iban a conocer.

Gojou acababa de salir de una misión, demasiado fácil para él tal vez, ya que últimamente no había demasiado movimiento. No desde que había matado a su mejor amigo, Suguru Getou. Caminó por las calles de la ciudad, tal vez le traería recuerdos a Shouko y Mei Mei, a Utahime puede. Con las gafas de sol puestas, siguió avanzando, hasta que en una esquina se detuvo en una panadería. ¿Dulces? a él le gustaban, así que por qué no. Entró, como siempre haciéndose notar y con su juguetona sonrisa en los labios. En el mostrador ya había una chica que compraba pan de melón. Cuando se dio la vuelta, notó la rareza que había en ella, y es que no era asiática, no del todo. Tenía unos grandes ojos marrón acaramelados, una pequeña nariz y una tez que le hizo pensar que era de costa. Era invierno, y aún así no hacía mal día, aunque ella iba abrigada de pies a cabeza. Satoru sonrió y se acercó, el pan que había comprado parecía recién sacado del horno.

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