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Max ha soñado con un joven que tiene pintado en su rostro todas las estrellas de la galaxia desde que tiene memoria.

Cada noche sin falta ve pequeños fragmentos de su vida, se permite admirar la belleza de simples actos cotidianos. Lo ve recolectar piezas de droides y de naves para canjear por comida en un planeta desolado. Un simple chatarrero ante los ojos de cualquier persona, pero no para el joven Verstappen.

Para él, Sergio lo es todo.

Su risa contagiosa que lo hace olvidarse del dolor físico y mental al cuál ha sido sometido desde los 7 años.

La forma en la que habla consigo mismo sobre cualquier tontería mientras limpia y escoge que piezas son aún útiles para poder tener una buena porción de comida.

Como en sus ojos se ve el asombro cada que una nave pasa lo suficientemente bajo para que pueda ser analizada por horas por el pecoso.

Todo de él le fascina.

Desea tanto que la visiones que tiene sobre Sergio no fueran unilateral, que él pudiera saber que esta ahí admirándolo como si fuera la estrella más brillante de toda la galaxia.

Después de unos años viéndolo continuamente —y de darse cuenta de todas las marcas que están en la pared significan un día más—, llegó a la conclusión de que  aquel muchacho está solo al igual que él.

Tal vez por eso siente la necesidad de buscarlo, de traerlo con él y mostrarle las maravillas que hay en la galaxia. Como anhela tenerlo a su lado y no sabe porque.

Si tan solo Max hubiera sido criado por otras personas, se daría cuenta que lo que siente es amor en la más pura expresión.

No sabe cuándo inició aquella conexión, si la habrá creado por accidente en uno de sus entrenamientos de la fuerza con Helmut, ha este punto ya no le importa saberlo.

Max Verstappen tiene una sola meta actualmente, hacer que la Primera Orden prevalezca sobre la Nueva República.

Y tal vez cuando su maestro se encuentre satisfecho por sus resultados, pueda permitirse iniciar su búsqueda por Sergio.

Pero para eso, necesita encontrar el fragmento de mapa que lo llevará ante el último Jedi.

°°°°°

Sergio sintió un golpe en su pantorrilla, alertandolo completamente. Bajo su mirada dispuesto a encontrarse con un Bloggin que habrá corrido despavorido al ver un depredador.

Grande fue su sorpresa al encontrarse a una unidad BB-8 en perfecto estado.

—¿Pero qué...?

Volvió a sentir la cabeza del droide golpearle, soltando chillidos pidiendo ayuda.

—Tranquilo amiguito — intento tomarlo entre sus brazos, pero el peso extra que tenía el droide lo hizo volver a caer — ¿Como puedes ser tan pequeño y pesar tanto? — se quejo.

Paso varios minutos intentando sacarlo de la arena, pero parecía que con cada esfuerzo que hacía solo lograba que se enterrara más profundo.

—¡Ese droide es mío!

Escucho viendo como una figura humana se acercaba corriendo. Había estado tan concentrado intentando sacar al droide que se olvidó de estar alerta de sus alrededores.

—Tu droide esta lleno de arena — habló cuando aquel hombre estuvo lo suficientemente cerca —Ayúdame a sacarlo antes de que el peso haga que se hunda y nunca más vuelvas a verlo.

Con la fuerza de ambos, lograron su cometido. El droide estaba libre y soltaba pitidos de felicidad.

—Gracias por tu ayuda, si no lo hubieras mantenido a flote hubiera perdido a mi droide.

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2023 ⏰

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